Thursday, October 05, 2006

 

notas del autor

Aprender a votar
Los argentinos somos quienes estamos forjando nuestro futuro al votar a nuestros gobernantes.

¿Los argentinos en el infierno?
Si el presidente piensa que estamos en el infierno -y del infierno no se sale- hay tres posibilidades: o no hay salida para quien gobierna, o quién gobierna no sabe de lo que habla, o miente.

Las treinta y tres columnas de una República
Si en los hechos la Constitución de 1853 no constituye ni el marco de referencia del gobierno ni de la sociedad, si el sistema republicano de división de poderes está seriamente averiado, si la democracia está falseada por un sistema de prebendas, demagogia y corrupción del sistema electoral, ¿cuáles serían las áreas de la actividad pública en las cuales hay que involucrarse, cuántas, y con que objetivos generales para cada una de ellas?

Las cuarenta y cinco plomadas que hunden la republica
¿Cuáles son las reglas del juego reales de la política argentina?: el "cambio del paradigma político" en nuestro país consiste en que la dificultad (¿imposibilidad?) de cambiar rumbos por la vía electoral, además de ser el resultado de la falta de liderazgos a la altura de los desafíos, está siendo bloqueada sistemáticamente mediante la transformación de las formas de organización y conducción de la sociedad, a través de –por lo menos- cuarenta y cinco líneas de acción que lleva adelante el gobierno.

El Líbano como espejo para reflexionar sobre nuestra realidad
Una estrategia de poder, va mucho más allá que un programa electoral, o una alianza para "defender las instituciones". El ejemplo del Líbano nos muestra que los ciclos históricos abarcan períodos largos. El problema no es el presidente sino la "estrategia de poder" de quienes dan contenido a las políticas de gobierno. El objetivo de actuar en política no es llegar al poder sino que el contenido de las políticas de gobierno logre el bien común de los argentinos. Hay que complementar los enfoque electoralistas con movimientos de presión y de influencia que actúan sobre el poder real. Es la única manera de lograr continuidad.

¿Qué hacer frente a una concepción militar de la política?
El sentido del poder para el gobierno es el del dominio y la imposición por la fuerza de un nuevo sistema político, social y económico. La reflexión profunda sobre el sentido del poder para una sociedad civilizada debe preceder a la acción, si no se quiere correr el riesgo de trabajar sin sentido y generar mas desilusiones y desánimo.

La experiencia polaca, un ejemplo para superar los miedos argentinos
Además de dominar el miedo, Walesa pudo llevar a cabo la transformación de su país basándose en la s olidaridad como "base de relaciones entre los hombres". La forma de hacerlo: construir una visión fundada en valores, y en la definición de la propia identidad, y construir "redes de liderazgo solidarias" fundadas en esos valores.

El riesgo de medir la realidad con dos "termómetros"
El "presidente–ministro" mide la realidad con un "termómetro oficial". El "termómetro real", escondido tramposamente, señala un aumento muy superior de los precios. ¿Cómo termina la fiesta?

Amnistía ¿volvemos a 1854?
Breves reflexiones y ordenamiento de un escrito proponiendo la amnistía en 1854 por Facundo Zuviría, presidente de la Convención Constituyente de 1853.


Saturday, July 30, 2005

 

Como muere un héroe ...

Fuente: Revista Gente , Año 12 Nro. 612 – 14 de abril de 1977.

EDITORIAL

DETRÁS DE LA ESCENA

Sí. A lo mejor Ud. lo pensó. Miró la fotografía que ilustra este “detrás de la escena” – una imagen triste, demasiado conocida por los todos los argentinos- y se preguntó: cómo, ¿otra vez el caso Larrabure? Por las dudas va esta respuesta a esa pregunta. Periodísticamente el diario de Larrabure – un testimonio único de su calvario- es uno de los documentos más estremecedores que hayan llegado jamás a la mesa de una redacción. Eso sólo bastaría para publicarlo. Pero hay, en este caso, varias razones. Mucho más poderosas que las razones periodísticas. Insistir con el caso Larrabure no es una obsesión, un regodeo, otra vuelta de tuerca a ese martirio de más de un año en un pozo oscuro, húmedo y lúgubre. Insistir con el caso Larrabure es mostrarles a los argentinos algo más que la inmolación de un hombre. Es desnudar en toda su crudeza toda una etapa de la historia del país que no debe volver a repetirse. Esa etapa de secuestros, de asesinatos, de atentados, de violencia ciega no será olvidada por los argentinos ocultando cosas. El diario de Larrabure pudo ser prolijamente guardado en un sobre y mandado al archivo. Porque todos los detalles del caso se sabían. Porque en su momento había hablado su viuda. Porque ya se habían publicado todas o casi todas las fotografías. Sin embargo para nosotros no es un caso cerrado. Es uno de esos casos que exigen siempre, por muchos años que pasen, lucidez y memoria. Por eso no nos importa la reiteración, el retorno a los hechos y a las terribles imágenes finales de este hombre-símbolo. Lo que sí nos importa en esto es el olvido. Alguna vez el caso Larrabure – y Aramburu, y Viola, y Cáceres Monié, y tantos otros será definitivamente el pasado. Alguna vez tendremos la paz que queremos y que estamos conquistando tan duramente. Entonces, en ese punto, habremos llegado al objetivo. Pero si olvidamos el pasado, si pensamos que esos hechos no se repetirán, correremos un serio riesgo. Todo puede volver a repetirse. Porque los únicos responsables de los hechos somos nosotros. Esa responsabilidad es la que nos lleva hoy a publicar, íntegro, con todos sus puntos y sus comas, con toda su trágica carga las líneas que en la soledad de su encierro escribió un hombre arrancado de su mundo y de su familia cuando supo que la muerte lo esperaba al final del camino. Recordar a Larrabure siempre es una manera de no olvidar nunca lo que no debe ser olvidado.





ESTREMECEDOR DOCUMENTO DEL MARTIRIO DE LARRABURE

ESTO ESCRIBIO UN HOMBRE QUE ESPERO LA MUERTE 372 DIAS

Sólo frente a la muerte, sin esperanzas, Argentino del Valle Larrabure, escribió durante su cautiverio lo que le dictaban el dolor, la nostalgia y el recuerdo de sus seres queridos. Este es su diario. Un documento que no se puede leer sin lágrimas.


“A Dios, que con tu sabiduría omnipotente has determinado
este derrotero de calvario, a tí invoco permanentemente para que me des fuerzas.
A mi muy amada esposa, para que sobrepongas tu abatido espíritu por la fe en Dios.
A mis hijos, para que sepan perdonar.
Al Ejército Argentino, para que fiel a su tradición mantenga enhiesto y orgulloso los colores patrios.
Al pueblo argentino, dirigentes y dirigidos, para que la sangre inútilmente
derramada los conmueva a la reflexión para dilucidar y determinar con claridad que somos hombres capaces de modelar nuestro destino, sin amparo de ideas y formas de vida foráneas totalmente ajenas a la formación del hombre argentino.
A mi tierra argentina, ubérrima y acogedora, escenario infausto de luchas fratricidas…, para que cobije mi cuerpo y me dé paz.
Mi intención no es el insulto ni formular personalismos. Más bien me impulsa a escribir este cautiverio que me sume en las sombras pero que me inundó de luz. Mi palabra es breve, sencilla y humilde; se trata de perdón y que mi invocación alcance con su perdón a quienes están sumidos en las sombras de ideas exóticas, foráneas, que alientan la destrucción para construir un “mundo feliz” sobre las ruinas.
Mis enemigos son medrosos y pusilánimes ante iguales y superiores. Impulsivos, cortantes y autoritarios ante inferiores, débiles, cautivos y desarmados. Valientes en las sombras, en la sorpresa, en la espalda o en el insidioso dardo arrojado por detrás a su oponente. En el cautiverio se corta abruptamente la relación con un medio, formado por la integración de familia, trabajo y amigos. Se cae a una celda estrecha, húmeda. Un escondrijo de ratas donde los carceleros encapuchados juegan una suerte de duendes o de brujas.
Soledad de voces y ausencia total de facciones vivas. La cara es reflejo del alma y los mentados “carceleros del pueblo” son capuchas móviles, insensibles, endurecidos por resentimientos de profundas raíces. Son carceleros sin alma.

SORPRESA Y SECUESTRO

El asalto embozado y sorpresivo constituye siempre el peldaño para secuestrar una persona que por la investidura de un cargo, por la posibilidad de servir de rehén canjeable o para negociar el cambio por millonarias sumas, se transforma en un ave apetecida de quienes no siendo delincuentes comunes se vuelven mercaderes del dolo. Del dolo para muchos no punibles, porque son ellos los secuestradores integrantes de pseudo ejército que lucha por reivindicaciones populares. Son “luchadores anónimos contra las injusticias populares”. No puedo imaginar qué ventura de hálito bondadoso y sutil acaricia su accionar delictivo, qué hace que su carroña se transforme en doradas mieses.
En esta tierra de gallegos y tanos, donde el ser hijo o descendiente de inmigrantes es lo común, quién puede cantar loas de discriminación racial, nadie. Sin embargo los hijos legítimos de la tierra, los aborígenes, desaparecen víctimas de endemias y desposeídos porque sólo aventan sus dolores los integrantes de congregaciones religiosas que concretan en diversos rincones del país obras silenciosas pero de profundo contenido humano.
Los poseídos de las inquietudes marxistas-leninistas ignoran al aborigen porque el indio con su fuerza telúrica vive en confines donde ellos no llegan. A veces llegan como en 1968: un tercer mundista, el ex sacerdote Ferrari, y un grupo de ambos sexos llegaron a un lejano poblado de Formosa. Agitaron ideas, reconvinieron la “injusticia burguesa” que los tenía postrados en el olvido y la miseria, obsequiaron víveres y antes de los quince días regresaron a sus posiciones “burguesas” en Rosario. Pregunto: ¿no hubiera sido conveniente cumplir con el milenario refrán “NO LES DES PESCADO, ENSEÑALES A PESCAR”?.
Estos poseídos de transformaciones revolucionarias tras la sombra y la traición asaltaron la Fábrica Militar, donde en mi carácter de ingeniero militar me desempeñaba como subdirector. Eso fue una noche del 11 de agosto de 1974. Fue durante la realización, en las instalaciones del casino de oficiales de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos “Villa María”, de un acto “burgués” consistente en una reunión social.
Sorpresivamente atacado fui tomado como rehén por un grupo subversivo.

LAS HORAS INICIALES DE MI CAUTIVERIO

Estar cautivo de estos revolucionarios antiimperialistas, que arroban sus ideas en los “sobacos” del imperialismo ruso, chino, francés o del imperialismo que nace de la satisfacción de placeres fáciles, del sabor del poder asequible sin espera, del dinero, diciendo ser antiburgués cuando huelen a burgués desde cuando se amamantaban de los pechos de sus madres.
Estar cautivo de estos “próceres” es como estar atrapado en una telaraña, donde sustraído del medio nos vemos impotentes para liberarnos pero mantenemos la esperanza de una muerte.
Una “cárcel del pueblo” la titulan. Lo del pueblo está demás, por cuanto se gobierna por sus legítimos representantes. ¿Qué representan quienes se arroban el derecho de hacer purgar culpas con carceleros con capucha?.
Es necesario preguntar qué se proponen los siniestros cultores de estas cárceles, que medran con la violencia para lograr dinero, para financiar sus aparatosos y burocráticos sistemas de “delincuencia” revolucionaria. Burócratas carceleros con capucha.

MOVILES DEL ACCIONAR SUBVERSIVO

La subversión en su estrategia y en su táctica busca crear el caos nacional.
En la estrategia están los revolucionarios burgueses, con coches, mujeres, departamentos, buenas “pilchas” y cuentas en el extranjero.Su escenario es multinacional, hablan de “revolución de América latina” y sus representantes se reúnen en Praga, para recibir instrucciones de un “buen señor maestro en revoluciones”,que como es de suponer no se llama García, Fernández, Pérez o algún otro patronímico de origen español, itálico, común a nuestra vena, que nació con la corriente arrolladora de la inmigración. Venerados revolucionarios como nuestro máximo representante del partido comunista, el señor Victorio Codovilla, que murió en Moscú, donde fue enterrado. Pregonan que el poder sólo será conquistado por la lucha. Y la lucha, por las características de sus organizaciones será larga, insidiosa, sucia.

ME LLEVAN A UNA CELDA

Privado de mi libertad me encontré en un refugio húmedo, sin luz natural, lejos de ruidos y celosamente custodiado por encapuchados cuyos cambios de guardia constataba por el calzado que usan o por las manos. Manos en general jóvenes, con pieles tersas, clásica de la potencialidad física propia de la juventud, ávida por vivir, por aprender, por su esperanza en el futuro, por su intolerancia con la espera. Estos son mis carceleros, mis jóvenes encapuchados que resignan con su agresiva actitud la milenaria disposición que caracteriza a la juventud por su ternura, por su amor.
Omití referirme al traslado que de mí hicieron mis “benévolos captores”. Inyectarme un alucinógeno y cuando horas más tarde desperté me encontré en otro abyecto canil. Me desperté aturdido, tendido en un camastro, mi cabeza llena de zumbidos, mis ojos pesados, sin poder entreabrirlos. La luz de un tubo fluorescente hería mi retina. El techo, de unos dos metros de altura, mostraba su superficie de ladrillos huecos premoldeados. Mi “espaciosa” celda es un cuadrilátero de 2,20 de largo por 2 de alto y 1 aproximadamente de ancho. Aprecio que mi celda es una excavación porque carece de ventanas y una de las paredes laterales está burdamente revocada a cemento. El frente es de idéntica composición. El contrafrente es una pared de ladrillos huecos y una reja de aproximadamente 40 por 60 y el costado una divisoria de madera compactada. Una puerta de igual material da a un pasillo, donde existe otra lúgubre y húmeda celda.
Esa puerta de mi canil se cierra desde el pasillo. Este, a su vez está cerrado por una puerta de hierro, de las comunes puertas de calle, que da a un estrecho pasaje que lleva a una escalera de madera. La escalera tiene ocho peldaños y es sumamente empinada. Desemboca en un placard, cuyo piso de quita y pon cubre el acceso y dificulta cualquier control somero. Dos tubos de plástico negro de unos dos centímetros de diámetro conectan con el exterior y permiten la aireación mediante un extractor eléctrico cuyo funcionamiento depende de mis captores. Yo padezco la terrible desventura de pensar que puede dejar de funcionar y aumenta mi congoja de sentirme ahogado en este nicho donde el aire húmedo y enrarecido aumenta el asma que quebranta mi fuerza física.¡Oh, Dios, no me castigues muriendo ahogado, asfixiado, desesperado...!

CUANDO NO HAY DIAS NI NOCHES

Estoy confundido y quiero ordenar mis ideas. No sé de noches ni de días. Las horas no están marcadas por reloj. Me son dichas por mis “piadosos” carceleros encapuchados y por Radio Rivadavia, que ellos sintonizan y me hacen escuchar mientras me vigilan. Aquí, en este maldito subterráneo, en esta odiosa ratonera, los hombres me privan de percibir el día por el sol, por la luz, por el volar de los pájaros, por el cielo diáfano y celeste que nos llena de esperanza; de la noche, por la oscuridad, por la luna, por el titilar de las estrellas que nos hablan el lenguaje de lejanas galaxias.
El tiempo, en su inexorable derrotero, transcurre suave y feliz precisamente cuando oscuras nubes no ensombrecen nuestras vidas. Pero hoy, prisionero, sin entender la razón de mi cautiverio, el tiempo sólo sirve para dimensionar un tiempo transcurrido y un futuro cada vez más cerca de mi muerte o de mi liberación…¡Oh Dios! ¿Podré un día encandilar mis ojos con la luz del sol y palpitar mi corazón agitadamente junto a mi amada esposa, hijos y demás queridos?
Me han dado un lápiz y borradores y ya he confeccionado mi propio calendario.
Mis carceleros me han brindado entrevistas para hablarme de política. Por supuesto, de política revolucionaria empapada de Mao Tse Tung, Regis Debray, Giap, Ho Chi Minh, Guevara y demás. Les he expresado que mi formación es eminentemente técnica y no siento vocación y prácticamente me fastidia la política. Para prepararme me han entregado la bibliografía correspondiente y persisto en mi obstinación de mi poco apego a tales estudios e insisto en que deseo libros de matemáticas, física o química. Afortunadamente me hacen llegar libros de matemáticas y el estudio pone su aporte de terapia laboral a mi largo cautiverio.
Este vivir sin querer vivir, este transcurrir del tiempo sin ser dueño de él me hace volcar a diario a profundas meditaciones. Ellas me reencuentran con Dios, en quien deposito mi esperanza, de quien guardo infinita fe y me someto sumiso al destino que me dé y al recuerdo permanente de mis seres queridos, que vivirán una pesada cadena de dolor por esta separación e incertidumbre de mi destino.

EL RECUERDO DE UN LIBRO

Las marañas en este largo tiempo que dispongo traen a mi memoria un libro que leí hace más de 20 años. Se trata del libro titulado,”Mis prisiones”, de Silvio Pellico.
En él, el autor compone una autobiografía en que cuenta su prisión por causas políticas, allá por el año 1820. Estaba segregado en una celda pero disponía de carceleros sin capuchas, que ya en el primer día se ofrecen a comprarle vino y se horrorizan al saber que Pellico no bebe, por cuanto entonces, según ellos, se le hará insoportable la soledad de la prisión. Son carceleros que en sus caras, en sus mejillas, traducen alguna consideración por los que sufren.
Pero el autor de Mis prisiones relata que en la soledad y el silencio de su celda se reconforta con su devoción a Dios y el recuerdo de los seres queridos que añora. Muy pronto, una Biblia le permitirá deambular en profundas meditaciones y muy pronto también se acerca a las rejas de su celda un niño, hijo de ladrones, que vive y crece al amparo de la cárcel donde su padre purga una pena. Pellico le arroja un pan, y advierte que el niño es sordomudo. El pequeño agradece con cariñosos gestos y así a diario se entabla una mutua comunicación por señas y muestras de gratitud del niño, que arrastra sus signo de desgracia en su sordera, en su mudez y el origen envilecido de un padre ruin.
La falta de distancia, la visión del día y de la noche, la mirada de piedad y consolación, la comunicación interior y exterior, la mirada a cara descubierta de los carceleros, el cruce de miradas amigas de otros presos con igual destino, con un médico viejo pero de amplio sentido humano, que brinda la autobiografía de Silvio Pellico, es un sustento que falta en esta “moderna y justiciera cárcel del pueblo”.

NO ES UN MEDICO: ES UN VERDUGO

Muy pronto, y como consecuencia de la estación primaveral que finaliza la temperatura va aumentando. Llegan las horas en que el aire se va enrareciendo. Hay en mi “canil” un gran porcentaje de humedad, y mi crónica afección asmática se ve recrudecida. Son solícitos en prodigarme asistencia médica. Un galeno con capucha viene, me ausculta y realiza una prolija revisación, le indico con sumo detalle otras dolencias físicas que me atormentan en el cautiverio: constantes dolores de cabeza, ardor estomacal producto de frecuente acidez, continuos deseos de orinar y un insomnio cruel que lacera mis quebrantados nervios. No veo la cara del médico, sus ,manos son de un hombre joven, de voz pausada y suave. Su examen, su presencia, constituyen una comunicación con el mundo exterior que llena mi espíritu de esperanzas, quizás inútiles, pero son peldaños de ilusiones, por cuanto un médico, un discípulo de galeno, un hombre que juró por Hipócrates, es un hombre con una formación, con una concepción humana que lo hace respetar al hombre, amarlo, cuidarlo, mejorarlo y aún ayudarlo a morir con esperanzas.
Esta concepción es una expresión acunada en mi fe en el hombre, en el hombre hecho a manera y semejanza de Dios. Pero no todos los hombres han recibido la luz de sus buenos maestros.
Con el médico estuve parlanchín y referí fluidamente mis dolencias. Estas persisten y por ello me parece propicio pedir que nuevamente un médico me atienda de mis problemas de salud.
Quiero la presencia del médico porque quizás pueda hablar con él de tal manera que además de mis males físicos pueda confiarle los dolores que oprimen mi espíritu. Quizás el pueda comprenderme y constituya el madero que en el naufragio llega con su sostén providencial. Si, medito y hablo conmigo mismo para repetirme: el médico me habrá de comprender y tendré por él la posibilidad de llevar a mi familia una comunicación un tanto directa y providencial, portadora de un hálito de fe y esperanza, en esa carrera de desventura que viven los míos. Despliego el envase de cartón de uno de los medicamentos y en su parte interior escribo mi mensaje de desesperado extraviado:” Por favor, doctor, hable a Buenos Aires, al número ... y diga que estoy bien... “.
El médico de acuerdo con mi pedido viene nuevamente. La revisación es prolija. Mi relación de mis malestares es sumamente esclarecedora pero reiterativa. El médico observa, escucha, ausculta, toma nota y me aporta su cuota de tranquilidad, expresándome que las nuevas medicaciones habrán de superar los pesares que sufro. En un instante en que el carcelero no observa, discretamente llevo a la mano del doctor mi mensaje y en mis ojos imploro que acepte ese compromiso de solidaridad con un ser humano quebrantado por un injusto cautiverio. La capucha asiente afirmativamente. Pero en ese asentimiento pude ver sus ojos, y nació en mi de inmediato el firme convencimiento de que la capucha es solo estuche de un hombre que está técnicamente preparado para ejercer la medicina, pero carente de sentido de piedad. Más bien es un hombre con cualidad de verdugo. Sí, éste es indudablemente el hombre nacido para manejar el hacha que secciona una cabeza en el cadalso, donde cae brusca, sanguinolenta. Donde un torso y extremidades dan estertores convulsivos al ser tocados por una súbita muerte. Al ver sus ojos he visto la malicia calculadora del sádico, que siendo médico sólo tiene el alma carnicera del verdugo. La negra tela de la capucha que trasunta la mejilla desencarnada de la muerte me espera paciente. En una espera que procura lenta para gozar de mi impotencia y de mi desesperanza, pero se nutre en su ansia fatídica, en que su cautelosa acechanza no será vana. El médico se fue con mi esperanza y mi duda. Amargo sabor de hiel el de esos ojos glaucos y fríos que vi en el orificio de la capucha, ojos de aves voraces que gozan de que la carroña de mi cuerpo sea devorada en amarga espera.
La esperanza se desvanece como letras escritas en la arena...

UN DIALOGO TERRIBLE

Después del mensaje frustrado que intentara cursar con el médico, hay una velada obstinación en observarme. Trabajo en mantener limpia y ordenada mi ratonera y estudiar diariamente matemáticas en el texto que me trajeron, además de papel borrador y lápiz. Esto constituye mi evasión y me posibilita la redacción de estos apuntes que hasta hoy he podido esconder de mis trabajos.
Mi certidumbre se afianza con la visita de un encapuchado que me dice: “Mayor, no se desespere y no trate de quebrantar su prisión. En la cárcel del pueblo Ud. permanece porque el Ejército al que usted pertenece, lo ha abandonado”.
“No estoy abandonado”, le respondo, “estoy acompañado por la fe infinita de Dios y por el amor de mis seres queridos, amigos y mi Ejército, que no me abandonará jamás, porque en él se forjó mi carácter, porque él perfeccionó mi intelecto y porque en él aprendí muy joven a aceptar y saber esperar a la muerte con templanza”.
“Usted, mayor, tiene una evidente inestabilidad emocional, y habiéndolo abandonado su Ejército, Ud. puede lograr su libertad.”
“¿ Lograr mi libertad a cambio de qué?”
“Mayor, Ud. es especialista en armas y explosivos. Acepte Ud. trabajar como asesor para las fábricas de nuestra organización y será libre”
“ Por ese precio, no...Sólo la muerte, que sabe a la pureza del fruto no corrompido. Morir, pero por ideales que están al amparo de símbolos que nos conmueven el espíritu con la visión de una nación altiva. Ricas pampas, ríos caudalosos, mocetones que sienten la Patria por la pureza de sus corazones libres y que ignoran cánticos foráneos y estrellas imperialistas de cinco puntas teñidas de rojo.¡ Oh, muerte apetecida, te espero fiel a mi Patria y a mi Ejército!”
“Larrabure, Ud. tiene un desequilibrio emocional que no le permite apreciar exactamente su situación. Piense y hablaremos...”
“ ¡ Sí, hablaremos para que cada vez que se consolide más mi fe y mi fidelidad!”
“ Hablaremos, Larrabure....”

CIGARRILLOS IMPORTADOS

Quedo acalorado, nerviosos, tembloroso, y me arrojo en mi camastro, enardecido. Cuento los pasos de los peldaños de la escalera mientras por la reja mi guardia encapuchado sigue atento a mi actitud, busca la respuesta del diálogo en mi soledad. Tendido de cara al techo miro los ladrillos huecos de cerámica y arcilla cocida. Qué destino impío el tuyo, naciste para techo tibio de un hogar y hoy vives como pared estrecha de celda. Estás enlazado a viguetas de hierro y cemento, cuarenta centímetros me aíslan de la superficie. Arcillas quebradizas, frágiles, el tubo de luz fluorescente con sus cables conductores me pueden posibilitar electrizar la puerta de hierro o la reja de mi celda, pero todo esto es una esperanza, porque siempre están los ojos vigilantes del guardia que me mira silencioso en su capaucha.
Hijo mal parido sería trocar este mísero encierro por una libertad física, mientras mi alma se envilece con el fango de estos miserable. Mi capacidad técnica la posibilitó mi Patria para ponerme al servicio de una sociedad, la sociedad argentina. Que no obstante sus imperfecciones ha dado siempre muestras de igualdadad de posibilidades, es una sociedad abierta.
Esos, mis encapuchados, se han prestado a una revolución con el desenfreno de la juventud, con cánticos de Marx, de Mao, de Giap, el Che Guevara, Ho Chi Minh y Truong-Chnik en “la resistencia Vietnamita vencerá”. Están en la revolución. Entraron ayer, hoy son sus prisioneros y seguirán, porque hay que seguir como el río que no se detiene, es estar en el deleite de horas de zozobras y de luchas. Mientras me cuidan, fuman, y las volutas del humo de sus cigarrillos importados huelen a burgués y me ahogan en la estrechez de mi pocilga. El asma altera mis nervios y mis sentidos están atentos a que el extractor de aire no me traicione. El humo de los Camel me hace mucho mal. Humedad, humo, y creo sentir croar de ranas, ranitas verdes que podrán mirar las estrellas de un cielo inconmensurable. A diario, motores de automóviles ponen una nota acústica a mi vida. Son mis carceleros, que, atados al desvarío de sus pasiones, son prisioneros de ignorados duendes, integrantes de una organización, en su interior han palpado sus impudicias, el desborde de poder de sus jefes, el cambio de rutas que marcaban los objetivos de su lucha, el nacimiento de una burocracia en su estamento que la torna tan impúdica como la burocracia que era motivo de sus luchas.
Pero ya están en el E.R.P., están en un torbellino, y como las aguas buscan un desnivel, éstos “revolucionarios” ruedan y llega un instante que no saben por qué y para qué, pero ruedan. No sería justo objetar la alimentación. Mis carceleros me alimentan bien. Creo que ellos piensan: “barriga llena, corazón contento”. Cuán distante esta mi pensamiento en prodigar alimentación a mi cuerpo para que como una vela no se extinga por falta de estearina. ¡Sin embargo, mi salud decrece, siento altibajos emocionales, insomnio, inapetencia, indisposiciones estomacales y una aguda cistitis. Mi pequeña celda con su inodoro portátil que me retiran a diario, la estrechez, la impotencia y esos ojos de capucha que me vigilan tras la reja crispan mis nervios.

“QUIERO MORIR DE PIE”

“Hago gimnasia moviendo mis brazos y piernas en flexiones interminables, pues quiero fatigarme. La fatiga me prodigará el sueño. A pesar de ello no puedo dormir y debo recurrir al carcelero para que me facilite un barbitúrico. Me entregan un Valium de 5 miligramos. Solamente con la ayuda de esta droga logro conciliar algunas horas de descanso con un sueño profundo y relajado.
En este mi retiro obligado medito que es necesario disponer de una profunda vida interior para sobreponerse a la desventura del cautiverio, de la soledad, de la angustia por el recuerdo de seres queridos sin llegar al extravío, a la enajenación. Busco fuerzas en mi espíritu azotado para superarme, para no quebrantarme, para no claudicar, para morir con Dios, que estos pervertidos sin fe apostrofan, pero también tengo lucidez para comprender que en algunos momentos los zumbidos que castigan mi cabeza me sumen en un estado de inconciencia y siento voces hablar de personas muy caras a mi corazón.
Calladamente rezo pidiendo a Dios que no me abandone en una locura humillante. Quiero morir como el quebracho que no entrega su figura de árbol rudo sin exigir el esfuerzo del hachero en prolongadas transpiraciones. Quiero morir como el quebracho, que al caer hace un ruido que es un alarido que estremece la tranquilidad del monte. Quiero morir de pie, invocando a Dios en mi familia, a la Patria en mi Ejército, a mi pueblo no contaminado con ideas empapadas en la disociación y en la sangre. ¡Oh, Dios misericordioso, te pido humildemente me concedas esta gracia! ¡Dad a mi espíritu tu protección generosa para que mi vida cese como la serena llama de una vela que se extingue!.
En mi calendario, donde marco los días tan amargos de mi cautiverio, hoy tiene para mí una significación muy especial. Me siento convulsionado, angustiado, una profunda pena oprime mi pecho. Me siento sumamente tensionado, nervioso. Mi mente se agita y parece percibir no sé que conjunto de sensaciones extrasensoriales y me invade una desesperante intención de gritar, de llorar, de patear el tabique de mi celda, mientras los ojos vigilantes del joven de capucha siguen inquisidores mi movimiento nervioso en la estrechez de mi ratonera. Por la noche, de cuya llegada me entero por la hora oficial de Radio Rivadavia, ya que en esta cárcel subterránea la vida pasa sin día ni noche, sólo hay la luz de un mísero y precario tubo fluorescente, mis nervios no me permiten conciliar el sueño. En mi perseverante meditación he comprendido que el estado de paroxismo es producido por un hecho irreversible. Siento la laxitud de haber captado un mensaje de despedida de un ser muy querido. Quizá mi esposa, mi madre, mis hijos, mis hermanos. El desasosiego de mi incomunicación me lleva a una gran agitación, pero estoy seguro, convencido plenamente que un hecho luctuoso abate el seno de mi familia.
¡ Es una prueba más de Dios, y yo la acepto!. Que negra noche cae sobre mi dolor y mi impotencia... (1)
(1). Ese día fallecía la madre de Larrabure

NAVIDAD Y AÑO NUEVO

Las fiestas navideñas son fiestas de hogar, donde la familia cristiana se reune para memorar el nacimiento de Jesús en el humilde pesebre de Belen. Esas reuniones de familia con ecos de agradables villancicos constituyen un bagaje muy caro a la recordación de un cautivo caído en la crueldad de una estrecha mazmorra. Melancólicos recuerdos, lágrimas y una espera sin esperanza, mientras los ojos de avecilla negra que me observan están ausentes de todo calor de cánticos navideños. ¿ Hijos de quien son estos seres? ¿Observan alguna tradición?.
Son subversivos sin familia y sin fe. Su tradición es la sangre, su símbolo no la estrella de Belen sino la horrenda estrella roja de cinco puntas.
Pero Navidad pasa con una profunda pena en mi corazón y muy pronto el año nuevo, 1975, será quizás el año de mi desenlace. La despedida del año y el escuchar en la noche el ruido de cohetes me atormenta y me sume en una profunda depresión. Pienso en los míos, a quienes la llegada del año nuevo constituye la apertura de un nuevo año y un nuevo sendero sin esperanzas.
Estas dos fechas marcan etapas muy dolorosas y siento una depresión que me obnubila. Mi insomnio persiste y comprendo que mi estado emocional sufre alteraciones que se acrecientan. Creo en algunas oportunidades que pierdo el sentido y me sumergo en una somnoliencia que verdaderamente es un estado de verdadera inconciencia. Escucho gritos, voces y sirenas.
Este estado anímico tan especial pienso, es producto de un lento envenenamiento a que me someten mis captores. Son frecuentes mis trastornos estomacales: creo que ya estoy al borde del abismo.
El 4 de enero sorpresivamente sentí voces de mi hija, y salí en su búsqueda, y me encontré con tres hombres y una mujer joven que hablaban en una habitación. Les ví sus caras y la contracción de sus mejillas, su palidez ante el peligro que supone la presencia inusitada de un hombre cautivo que los encuentra desarmados. Lamentablemente mi estado de alucinación y mi salud quebrantada no me ayudan en la gresca que se origina. Pude pegar, rompí un vidrio, pero fui desvanecido por mis siniestros carceleros y cuando desperté me encontré maniatado de pies y manos en mi camastro. Así permanecí durante tres días en que con más severa vigilancia se me desataba para alimentarme y para usar mi inodoro portátil. Maniatado, dolorido por los golpes recibidos, me sentí afiebrado. Me brindan asistencia médica y luego de ese ... (1)

(1) El relato se interrumpe en este punto. Poco después Larrabure sería torturado y asesinado.

 

Alianza, dialogo o convivencia ...

¿Alianza, diálogo o convivencia de civilizaciones?

ABC - sabado 30 de julio de 2005

GUSTAVO ARÍSTEGUI DIPUTADO DEL PARTIDO POPULAR

TRIBUNA ABIERTA El autor mantiene que la erradicación de la pobreza no desembocaría en el final del terrorismo, porque los fundamentalistas pretenden «dominarlo todo». Una «alianza de civilizaciones» sólo es posible entre «democracias que compartimos principios y valores»EL apoyo del primer ministro británico Blair ha reabierto el debate sobre una cuestión extraordinariamente mal planteada, la de las razones y las causas del terrorismo. Nadie puede dudar de las buenas intenciones de fondo si hacemos abstracción del oportunismo político, pero no se pueden ignorar las perniciosas consecuencias de este inútil y ciertamente arriesgado debate.El terrorismo ni ha tenido, ni tiene ni tendrá razones, eso que el presidente del Gobierno denomina «el mar de la injusticia universal», que es el perfecto complemento a su «alianza», pues lo segundo sin lo primero no se entendería. No conozco a ningún analista importante que no se haya «sorprendido» (palabra que se usa en el lenguaje diplomático para expresar su rotundo rechazo) ante el planteamiento peligroso y comprometido del mar de la injusticia, que sirve de base a la alianza. Si su base es tan resbaladiza y arriesgada, ¿cómo podemos darle credibilidad y fundamento al remedio que de ella nace? El planteamiento es profundamente erróneo porque presupone que se puede terminar con el terrorismo acabando con sus razones por medio de la alianza de civilizaciones. He ahí el craso error, pues el terror no tiene razones, usa y abusa de pretextos y, si todos los conflictos que le han servido de excusa desaparecieran, ya se ocuparían sus teóricos de inventarse nuevas «razones», a las que sólo cabría oponer la sumisión de la civilización y de la democracia al terror para escapar de su ira. Es evidente que eso no ocurrirá. No hay más forma de terminar con el terrorismo que su derrota, y con la lucha en el terreno de las ideas, pues la superioridad ética y moral de la democracia y el respeto a los Derechos Humanos no admiten duda ni compromiso alguno.La pobreza genera retraso, muerte y desolación, así como inestabilidad geopolítica y geoestratégica, pero en el continente más pobre del planeta, que es África, no hay movimientos terroristas, hay violencia tribal y guerras civiles así como enfrentamientos entre vecinos como consecuencia de la artificiosidad de algunas de sus naciones. El islamismo radical aumenta en un número creciente de países por el activo -y a veces violento- proselitismo, convenientemente «engrasado» con cantidades ingentes de dinero vergonzante de quienes quieren aplacar sus conciencias o mantener el fenómeno fuera de casa. Conviene subrayar que en esto último han fracasado estrepitosamente.En el análisis del fenómeno terrorista podemos hablar de factores que favorecen la expansión de las ideologías violentas y totalitarias, que alimentan al terror y le sirven de combustible diabólicamente eficaz. En este proceloso océano naufraga el «mar de la injusticia universal», pues son docenas los factores que han incidido en la expansión del fanatismo. Sólo mencionaré algunos: el colonialismo y las profundas heridas que dejó en los países sometidos; la descolonización mal diseñada y peor ejecutada; la falta de perspectivas personales, económicas y laborales; las crisis personales y de identidad; una educación rígida y retrógrada, que manipula la historia y siempre le echa la culpa de todas sus desgracias a Occidente y que enseña frustración y rabia, que engendran odio y fanatismo; el socorrido victimismo que aliena y adormece la autocrítica y el afán de superación; el fracaso de los sistemas políticos que han sido impuestos a esos pueblos desde las dictaduras de extrema derecha a las de extrema izquierda, pasando por los regímenes de partido único o las supuestas teocracias. No puedo extenderme más, pero queda claro que el análisis es un poco más complejo que el «mar de la injusticia universal» y su hermana la «alianza de civilizaciones».Erradicando la pobreza le haremos un gran servicio a la humanidad. Es una tarea urgente y que provocará un salto espectacular en el bienestar y en el crecimiento económico y la prosperidad del mundo, lo que redundará en mayor estabilidad y paz. Pero lográndolo no terminaríamos con el terrorismo, pues al fanatismo y al odio que inspiran a las ideologías que nutren al terrorismo no les preocupa la pobreza; sólo pretenden perpetuarse y lograr cotas crecientes de poder hasta dominarlo todo.La «Alianza de Civilizaciones» es un «refrito» mal digerido de ideas ajenas, generalmente mejor planteadas que esta iniciativa, que se sustenta en un análisis muy simplista de fenómenos muy complejos y que comete el error de creer que hay razones y causas que provocan el terrorismo. Contra el terror sólo se puede luchar con una estrategia multidimensional que incluya, entre otras muchas, la dimensión de seguridad; de reformas legales; de cooperación internacional, de coordinación y trabajo en equipo de los servicios de inteligencia; de políticas educativas que fomenten la tolerancia y el pluralismo como valores esenciales; de una eficaz lucha contra la financiación del terror; de políticas penitenciarias que rompan la disciplina interna de las organizaciones y que permitan una verdadera y completa rehabilitación del terrorista, aunque yo tenga mis dudas de que eso sea posible, y promoviendo -no imponiendo- la democracia y el respeto a los Derechos Humanos. Todo esto habría que complementarlo con un eficaz catalizador: el diálogo de civilizaciones, muy crítico cuando las circunstancias lo requieran, que es a lo que ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo la Unesco, y que fue retomada por el ex presidente iraní Mohamed Jatamí. Alianza sólo puede haber entre democracias que compartimos principios y valores. La derrota del terrorismo y el diálogo para lograr una pacífica convivencia entre civilizaciones fomentarán el avance de la democracia y de los derechos y libertades fundamentales a los que tiene derecho todo ser humano. Sin embargo, en esta angustiosa carrera por lograr un mundo mejor, nos han tomado una preocupante delantera el fanatismo, el odio, el extremismo y su hijo primogénito y heredero: el terrorismo.

Tuesday, July 26, 2005

 

Learn to live in fear

If we are to defeat the terrorists, we must learn how to live in fear

By Cormac Murphy-O'Connor

Daily Telegraph - Filed: 26/07/2005

It is a relief to leave the recent terrors of London and arrive in the peace-soaked Pyrenean Marian shrine of Lourdes. Just before I left to lead the annual pilgrimage, a police helicopter dropped into the cathedral complex where I live, thudding out the boys' choir next door. It turned out to be a security alert at Victoria station. Earlier, at a nearby Tube station, police had fired bullets into an innocent immigrant worker from Brazil, mistaking him for a suicide-bomber.

These are moments of trepidation for Londoners, and they are likely to continue - possibly for years. Are we prepared, mentally and spiritually, to live with anxiety? Do we understand the temptations, and the risks, of vulnerability? Can we learn to live in uncertainty, even fear, and so suck the terror from the terrorists? Or will we submit, slowly but surely, to a spiral of dehumanisation, and hand them the victory?
Lourdes is not a bad place to ask these questions, for it specialises in vulnerability - even celebrates it. People arrive - 6.5 million last year - from across the globe to reach out to God from human suffering and pain and need. They come to the spring of water released from the earth by a young peasant girl under instruction from a lady in white whom only she could see. They drink of the water, bathe in it, pray, and process with candles. They come, sick or healthy, able-bodied or on crutches, with hope of healing. Miracles, of the science-defying sort, do happen. But the main gift of Lourdes is the discovery of a deeper part of yourself: a meaning and purpose you never realised; an astonishing generosity on the part of God that was hidden from you. Lourdes seldom fails to surprise.
It happens especially to those who accompany the sick. Here, in these wheelchairs, are all their fears: people in pain, struck by disease and disability; the elderly and the ill; the incapacitated and the dependent. Life has, on the face of it, dealt these people harsh blows. Yet rather than bitterness, the helpers find in their charges a cheerful resignation to what they have no power over. It is easy to laud the human spirit in the face of suffering, but the human response to suffering is not automatically laudable; many of the cheerfully disabled here have been on long journeys in which they have discovered God's spirit in them, a spirit against which their all-too-human spirit has spent years rebelling. But, gradually, most find faith: their vulnerability and dependence signal not their diminution but their conversion. Anxiety gives way to acceptance, fear to peace. Healing happens.
It is no accident that in the Gospels Jesus's most frequent command is, "do not be afraid". Nor is it a coincidence that one of the most popular websites - 30 million hits - since July 7 is one that proclaims, in thousands of images, the message that "We are not afraid". Jesus knew, as perhaps the website's creator instinctively understands, that fear shatters trust in the ordinary supports of everyday living, and can lead us to grasp at facile solutions. If the Tube, which daily conveys us to our offices, continues to be a terrorist target, how can we trust the state, or the police, to make it safe again? Do we not need new laws, iron reassurances, harsh new measures? Desperate times, desperate measures - such is the equation of fear.
Perhaps we do need new and better laws to cope with our new threats. The police cannot fight terrorists with their hands tied behind their backs. But the shooting of Jean Charles de Menezes, an apparently innocent electrician, is surely a lesson in the cruel dynamism of fear. In order to exorcise the spectre of horrendous possibilities - he was running from police into a Tube, wearing a padded jacket; the media would have kicked up a storm if he had blown up the train after being under surveillance - an innocent man was killed, no less a victim of July 7 than the other 56.
At the funeral in Westminster Cathedral last Saturday of one of those victims, Anthony Fatayi-Williams, his mother, Marie, said movingly: "I cannot bring Anthony back. But I can make sure that he did not die in vain."
Here in Lourdes I recognise even more clearly the meaning of her message. Unlike many who are struck, suddenly, by what they cannot alter by their own strength, she has refused to fight what she cannot change, but has found in the acceptance of that fact - and from her knowledge of God - the source of true courage.
To seek vengeance, or to lapse into resentment, would soon render Anthony's death insignificant. He would be a victim, and no more. But like another Mary at the foot of the Cross, Mrs Fatayi-Williams has struggled through the shock and desolation and found, in her son's death, a meaning for our terrorised city. Hers is the truly radical response.
It is by listening to people such as Mrs Fatayi-Williams, and by resisting the dynamism of fear, that we will overcome the temptations of terrorism - indeed, terrorism itself. There may well be more horrors ahead. But there can also be a new vision. Learning to live in weakness and vulnerability is not passivity; it is the only healthy response to life. Admitting what we cannot control leads us to a new openness - to God, and to others. Solidarity is born in shared vulnerability. That is the lesson of Lourdes, which can speak powerfully to our new fears.
London has impressed the world these past weeks. It has shown itself to be a city of astonishing harmony in a place of bewildering diversity. Londoners have reacted defiantly, compassionately and with characteristic sang-froid to the shattering knowledge of bombers in their midst. But that resolve will continue to be tested, and gritted teeth will not be enough.
What needs to guide us now is the message of the malades of this mountain town, repeated by the heartbroken mothers of the unjustly killed. It is well expressed by a 14th-century German mystic, Meister Eckhart. "Stand firm," he once said. "Do not run from your emptiness."
Cardinal Cormac Murphy-O'Connor is the Archbishop of Westminster

 

Ten core values of the British identity

Ten core values of the British identity

Daily Telegraph - 27/07/2005

It cannot be said too often that terrorist atrocities are solely the responsibility of those who perpetrate them. To blame the invasion of Iraq, or the occupation of the West Bank, or poverty, or racism, or Western decadence, is both intellectually and morally wrong.

What is reasonable, however, is to ask why modern Britain is breeding so many anti-British fanatics. Muktar Said Ibrahim has lived here since he was 12, and in 2003 he applied for citizenship. Last week he attempted to blow up the No. 26 bus. Why?
Part of the answer has to do with how Britain sees itself. The ancestors of the Leeds bombers, who arrived here in the mid-20th century from countries which had prospered under colonial rule, were infected by the self-belief of the British Empire. They were content, as it were, to buy into a nation whose subjects were so obviously proud of it.
Many countries try to codify their values in law. Some oblige their citizens to speak the national language; others make it a criminal offence to show disrespect to the flag. But statutory patriotism is an intrinsically un-British notion. We prefer simply to set out, in general terms, the non-negotiable components of our identity - the qualities of the citizenship that Muktar Said Ibrahim applied for.
I. The rule of law. Our society is based on the idea that we all abide by the same rules, whatever our wealth or status. No one is above the law - not even the government.
II. The sovereignty of the Crown in Parliament. The Lords, the Commons and the monarch constitute the supreme authority in the land. There is no appeal to any higher jurisdiction, spiritual or temporal.
III. The pluralist state. Equality before the law implies that no one should be treated differently on the basis of belonging to a particular group. Conversely, all parties, sects, faiths and ideologies must tolerate the existence of their rivals.
IV. Personal freedom. There should be a presumption, always and everywhere, against state coercion. We should tolerate eccentricity in others, almost to the point of lunacy, provided no one else is harmed.
V. Private property. Freedom must include the freedom to buy and sell without fear of confiscation, to transfer ownership, to sign contracts and have them enforced. Britain was quicker than most countries to recognise this and became, in consequence, one of the happiest and most prosperous nations on Earth.
VI. Institutions. British freedom and British character are immanent in British institutions. These are not, mostly, statutory bodies, but spring from the way free individuals regulate each other's conduct, and provide for their needs, without recourse to coercion.
VII. The family. Civic society depends on values being passed from generation to generation. Stable families are the essential ingredient of a stable society.
VIII. History. British children inherit a political culture, a set of specific legal rights and obligations, and a stupendous series of national achievements. They should be taught about these things.
IX. The English-speaking world. The atrocities of September 11, 2001, were not simply an attack on a foreign nation; they were an attack on the anglosphere - on all of us who believe in freedom, justice and the rule of law.
X. The British character. Shaped by and in turn shaping our national institutions is our character as a people: stubborn, stoical, indignant at injustice. "The Saxon," wrote Kipling, "never means anything seriously till he talks about justice and right."
Not for the first time, we have been slow - perhaps too slow - to wake up to the threat we face. Now is the time to "talk about justice and right", and to act on our words.

 

La naïveté des démocraties occidentales

TERRORISME

Pour la deuxième fois en quinze jours, la capitale britannique a été l'objet d'attentats destinés à tuer

La naïveté des démocraties occidentales

PAR JACQUES MYARD *

Le Figaro - 23 juillet 2005

Les commentateurs les plus avisés soulignent l'échec des services de sécurité britanniques qui n'ont pu empêcher la préparation d'attentats de grande ampleur alors qu'ils les avaient eux-mêmes et publiquement jugés inévitables. Il est certain que le risque zéro n'existe pas.Mais la question fondamentale posée par ces attentats dépasse la responsabilité des services de sécurité dont le sérieux et la vigilance ne sont plus à démontrer, même s'ils subissent des échecs dramatiques. Ce qui est en cause dans ces attentats, c'est notre naïveté, la naïveté des démocraties occidentales inspirée de leur conception de la tolérance, de la liberté d'expression et d'association, des droits de l'homme.
De toute évidence, à cet égard, les attentats de Londres marquent un double échec et posent une question de société fondamentale. Ils scellent d'abord l'échec du modèle multiculturel et communautariste des Anglo-Saxons, développé par eux au nom de leur tradition libérale, laquelle a permis d'abriter et de laisser se développer pendant des années en toute impunité une mouvance islamiste prosélyte dont le seul objectif est d'instaurer une théocratie régie par le seul Coran, explicitement contraire aux valeurs démocratiques occidentales. Mais c'est aussi notre aveuglement que de refuser de comprendre qu'une certaine lecture de l'islam, une lecture fondamentaliste, n'est soluble ni dans la tolérance anglo-saxonne ni dans la laïcité à la française.
En réalité, nous nous devons de poser la seule question qui vaille en l'occurrence: que veulent ces islamistes? La réponse est d'une extrême simplicité, voire simpliste: changer la société pour appliquer leur conception du monde, l'islam de la charia, ce qui correspond grosso modo aux règles sociales de l'Arabie saoudite du VIIe siècle de notre ère.
Comment combattre, dans ces conditions, ces illuminés, ces fanatiques qui profitent de nos libertés pour propager leur credo mortifère?On constate qu'ils savent exploiter à merveille les revendications communautaristes, le réveil des identités culturelles et religieuses, qui animent une proportion grandissante des musulmans installés depuis quelques décennies en France et en Europe.
Ce retour aux sources est surtout l'apanage des jeunes de la troisième génération, parfois en échec social mais pas toujours, qui se laissent séduire par la vision sans faille globale et holistique que leur offre l'islam: l'islam est la solution. Mais gardons-nous de croire que le chômage, la pauvreté, l'exclusion sociale sont les seuls facteurs de développement de l'islam fondamental et radical. Certes, ces éléments peuvent jouer un rôle et créer un terreau propice, mais ils ne sont pas déterminants, car les islamistes n'ont pas pour objectif d'éradiquer la pauvreté mais d'instituer une société conforme à des règles coraniques. Leur objectif est politique au sens où il sous-tend l'organisation de la cité.
Ce n'est pas la première fois que les démocraties doivent faire face à un tel défi. Au début du XXe siècle, les communistes révolutionnaires s'étaient fixé un objectif similaire visant à instituer une société sans classes grâce à la dictature du prolétariat. L'enjeu aujourd'hui est analogue, mais de sources différentes. Voilà pourquoi il ne s'agit pas de lutter contre une religion, si tel était le cas, la lutte est vouée à l'échec, car elle contredit nos propres principes, la liberté religieuse. En revanche, nous sommes parfaitement armés pour refuser une vision sociétale archaïque qui ne correspond en rien à la volonté du suffrage universel du XXIe siècle. Notre réponse doit être politique et non religieuse, car l'attaque est politique.
Dans ces conditions, la loi sur le voile n'est pas une norme antireligieuse, mais une règle de société. L'égalité des sexes, le statut de la femme ne peuvent donner lieu à discussion en fonction d'un credo religieux, mais doivent être appliqués sur la base des seuls critères légaux, sans sourciller et avec fermeté, dans tous les lieux publics, sans exception. A cet égard, rechercher l'aval de conseils religieux constitue une faute, et cette attitude est perçue par les intégristes comme un aveu de faiblesse de l'Etat.
Cette réponse politique présuppose à l'évidence que notre société n'accepte que celles et ceux qui respectent et défendent nos règles. Il n'y a aucune honte ni aucun réflexe raciste à refuser d'intégrer des hommes ou des femmes dont l'objectif est de renverser les principes de la République. Le contrôle de l'immigration et des naturalisations devient une priorité nationale.A défaut de cette fermeté, nous laisserions se constituer sous nos yeux, par lâcheté et aveuglement, une véritable cinquième colonne qui engendrera inéluctablement la guerre civile.* Député des Yvelines (UMP), maire de Maisons-Laffitte, président du cercle Nation et République.

 

Peur de la violence ... peur du conflit

LA CHRONIQUE d'Alain-Gérard Slama

La tentation du défaitisme

Le Figaro - 25 juillet 2005

Face au terrorisme, l'Occident s'aperçoit qu'il est confronté à une guerre. On conçoit qu'il ait peur. La peur de la violence n'est pas le contraire du courage, elle en est la condition. Sans peur à surmonter, il n'y a pas plus de force d'âme qu'il n'y a de sainteté sans la tentation. La peur de la violence est indissociable de notre condition biologique, peur de souffrir, peur de mourir : en présence du danger, elle peut être bonne conseillère, inspirer au pouvoir la prudence et aux citoyens le souci de la défense civile.

Mais il est une autre peur, qui vient de loin, et qui semble dominer les coeurs dans notre Europe paisible et hyperprotégée : la peur du conflit. Cette peur est très différente de la précédente. La peur du conflit n'est pas inscrite dans l'ordre de la nature, elle est liée à la société civile. Elle naît de la confrontation de l'individu, devenu citoyen et promu, en principe, maître de son destin, avec les autres et avec les incertitudes de l'histoire.

A la différence de la peur de la violence, la peur du conflit ne naît pas d'un rapport de forces, mais de la confrontation entre des volontés. Assumer la violence signifie que l'on veut dominer. Assumer le conflit est le fait de l'individu responsable. La violence rejette tout ce qui n'est pas unité. Le conflit est le propre du pluralisme et de la démocratie. La peur du conflit est un acte de capitulation devant le projet des Lumières.

La peur de la violence peut conjurer la force en vertu de l'adage : si tu veux la paix, prépare la guerre. La peur du conflit, dans son rêve de transparence, dissuade de préparer la guerre, et favorise la violence. Dans les années trente, la peur du conflit pouvait se comprendre après le carnage de 1914-1918. Elle a aveuglé les démocraties sur la réalité du projet totalitaire de Hitler, et précipité l'Europe dans la Seconde Guerre mondiale. Si, après la Libération, la menace de l'impérialisme stalinien a été conjurée, ce n'est certainement pas à la lucidité de nos intellectuels ni à la fermeté de nos responsables politiques que nous le devons. En dépit de ses complaisances envers l'Union soviétique, de Gaulle a pu faire exception parce qu'il n'avait peur ni de la violence ni du conflit.

Pour entretenir notre détestation du conflit, nous avons aujourd'hui l'expérience encore plus cruelle de la Seconde Guerre mondiale et le désir de conserver les bienfaits illimités de l'Etat providence. Ces conditions ne sont pas les meilleures pour affronter le retour du tragique.
Certes, nous ne sommes pas en 1940. Mais nous nous abritons, pour nous aveugler derrière les mêmes discours que naguère. Nous expliquons al-Qaida par le ressentiment des pays du Sud, par le conflit du Moyen-Orient et par le conflit déclenché par les Etats-Unis en Irak, de la même façon que les modérés de l'entre-deux-guerres, incapables d'ouvrir les yeux sur la réalité hitlérienne, expliquaient le Führer par les traités de Versailles. C'était en partie vrai, mais cela ne permettait pas d'ouvrir les yeux sur la monstruosité du nazisme. Nous redoutons également que la fermeté à l'égard des islamistes ne nous entraîne dans une «guerre de civilisations» comme nous avons refusé, après la Libération, d'apercevoir le projet stalinien de domination idéologique de l'Europe. Nous refusons de prendre contre les terroristes des mesures d'exception, que nous jugeons contraires à notre Etat de droit, dans le même état d'esprit qui a conduit les pacifistes de gauche des années trente à invoquer les droits de l'homme pour préférer Hitler à la guerre.

On pourrait espérer que la leçon du passé ait été entendue. Elle ne l'est qu'en partie. Le discours officiel rappelle que notre pays, si largement qu'il se démarque des Etats-Unis, ne sera pas épargné par le terrorisme. Mais l'explication la plus répandue est que, si nous sommes frappés, ce sera à cause de la présence de nos forces en Afghanistan et surtout de notre loi sur le voile, comme si cette loi n'était pas elle-même la conséquence de la menace islamiste ; ces explications – pour ne rien dire de la prochaine visite de Sharon, pointée du doigt comme une provocation – sont une manière indirecte d'accréditer l'idée selon laquelle les buts de guerre d'al-Qaida seraient limités et purement défensifs.

De même, la crainte d'être entraînés dans une guerre de civilisations recule devant la reconnaissance du fait que l'idéologie des terroristes est d'une occidentalophobie absolue. Mais on hésite encore à séparer cette idéologie du mythe de la nation prolétaire, pourtant démenti par l'appartenance bourgeoise de nombre de poseurs de bombes. On méconnaît le fait que cette doctrine, armée du Coran, mais inspirée du marxisme-léninisme et de Mao, est une tentative de synthèse mondiale, sans patrie ni frontières des doctrines totalitaires, racistes, identitaires et anti-individualistes, qui ont ravagé l'Europe du XXe siècle. Elle véhicule et exploite une haine de la modernité qui identifie l'universalisme des valeurs à l'impérialisme, et l'impérialisme à l'Occident.

A défaut d'être une guerre de civilisations, avec des frontières, le conflit déclenché le 11 septembre 2001 est une guerre idéologique mondiale. Son but est de démoraliser les démocraties, ainsi que leurs alliés, et de les ruiner économiquement en menant contre elles la stratégie du faible au fort la plus efficace qui ait jamais été mise en oeuvre. Pour atteindre leur objectif, les stratèges d'al-Qaida s'inspirent de Clausewitz, qui est vendu dans les pays musulmans presque autant que le Protocole des Sages de Sion. Mais alors que le Traité de la guerre s'appliquait à des Etats, ils en ont retenu la lecture de Lénine qui, pour justifier le terrorisme, a inversé la célèbre formule – selon laquelle la guerre est la politique d'Etat, rationnelle et personnifiée, poursuivie par d'autres moyens – en considérant la politique comme la guerre, passionnelle et globalisée, poursuivie par d'autres moyens.

Compte tenu de la gravité de la menace, devant l'horreur qui monte, les démocraties ne sont pas menacées de perdre leur âme si elles se rappellent que l'état d'exception peut devenir, au besoin, la réponse légitime de l'Etat de droit. De même que les démocraties se sont alliées à Staline contre Hitler, l'Europe solidaire ne doit pas davantage ménager son appui aux Etats autoritaires du Sud qui redoutent le terrorisme autant qu'elles. Au XXe siècle, le danger totalitaire est venu des Etats. Il est aujourd'hui une maladie des sociétés civiles, saisies par le démon de la régression ethnique, religieuse et identitaire. C'est le terrain le plus sensible aux tentations du défaitisme.

 
ABC - Martes, 26 de julio de 2005

El capricho de Hugo Chávez

AL parecer el presidente venezolano Hugo Chávez no tenía bastante con pasar cada domingo siete u ocho horas frente a las cámaras de la televisión pública de su país y se ha hecho construir una emisora de dimensiones continentales, llamada Telesur, con la que muy probablemente extenderá a los televidentes de veintitrés países la posibilidad de asistir a sus aburridos ejercicios semanales de megalomanía. El proyecto ha sido revestido con dulces envoltorios aparentemente multinacionales, pero la realidad es que se trata de un capricho personal de Chávez, que va a pagar toda la factura (con el dinero de los venezolanos) y que piensa utilizarlo para sus fines particulares.

Hasta ahora, Chávez ha tratado de influir en la situación política de los países de su entorno a través de movimientos políticos y en ciertos casos provocando turbulencias sociales. Nada más natural que el presidente venezolano desee hacerlo directamente mediante una emisora de televisión con la que, igual que hace en Caracas, tratar de establecer un nexo entre el caudillo y los ciudadanos sin necesidad de intermediarios molestos. Por ello, las promesas de mantener una programación que preserve la objetividad y el buen sentido en las ondas de Telesur se pueden poner en cuarentena cuando se sabe que Chávez ha hecho todo lo legalmente posible -y algunas cosas que probablemente no serían toleradas por la Justicia si tuviese ocasión de pronunciarse- para amordazar a las televisiones venezolanas independientes cuando le han criticado. Se le pueden conceder el beneficio de la duda y la buena intención de fomentar una saludable integración continental, pero a estas alturas Chávez ya debería saber que no basta con tener la intención de resolver todas las injusticias del mundo si para lograrlo se utilizan los medios equivocados, ni basta una lluvia de petrodólares para hacer atractiva una televisión si está basada en criterios sectarios. Porque detrás del proyecto audiovisual del presidente venezolano no se oculta que pueda estar el intento de extender por Iberoamérica el populismo bolivariano que utiliza para perpetuarse en el poder.

 

Nacion, soberanía, autonomía

Nación, soberanía, autonomía
ABC 26 de julio de 2005
POR MANUEL JIMÉNEZ DE PARGA DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS


... Acaso resulte aconsejable, en determinados casos, ir en la dirección opuesta, o sea que el Estado recupere determinadas competencias antes cedidas. Ortega, en 1932, lo tenía claro y así lo exponía. En la presente situación española debemos recordar...

CONVIENE emplear las palabras con precisión, dando a cada una de ellas su contenido propio, según el contexto en que se inserten. El debate se hace estéril si los interlocutores olvidan, o menosprecian, las reflexiones anteriores sobre la materia. Y el debate nos lleva a la confusión total cuando las opiniones se emiten sin tener en cuenta la realidad que da fundamento a nuestros saberes.

La Nación es un concepto elaborado a lo largo de varias generaciones de estudiosos de la política.
Simultáneamente a estos propósitos de exactitud conceptual ha habido poetas y propagandistas entusiasmados con la idea de movilizar las voluntades ajenas mediante la utilización de los sentimientos profundos de los pueblos.

Se llega así a una idea de Nación que es homóloga con la idea de Nación de la ciencia política. No es la misma, ni es análoga. Es homóloga.

Al afirmar que son piezas del discurso homólogas entre sí, ni análogas, ni parecidas, estoy admitiendo que corresponde a las estructuras proporcionar sentido definitivo a sus componentes. Veamos. Un cuadro de madera, por ejemplo, puede ser el asiento de una estructura que llamamos sillón, y ese mismo cuadro de madera puede ser la tapa de otra estructura que llamamos caja. «Asiento» y «tapa», siendo el mismo cuadro, no son lo mismo. Resultan piezas homólogas entre sí.

La Nación en el texto constitucional español, como componente básico del Ordenamiento, tiene en esa estructura un significado distinto del que posee en una oda literaria o en un discurso de propaganda política. La Nación, en una normativa jurídico-política (como es la normativa constitucional), no debe entenderse como simplemente jurídica, ni tampoco como simplemente política.

He de repetir aquí algo que tengo dicho. La Constitución es una norma jurídico-política que se proyecta sobre una realidad jurídico-política. No es una mera norma jurídica. Ni un precepto político.

La Nación, en el Ordenamiento español de 1977, entidad jurídico-política, es la titular de la soberanía, y así se proclama en las primeras líneas del preámbulo. Y la Nación Española, patria común e indivisible de todos los españoles, ocupa el lugar de los cimientos del edificio, y realiza su cometido como tal, conforme a lo establecido en el artículo 2.

No es lícito utilizar la idea constitucional de Nación para aplicarla a realidades que han sido generadas por decisión soberana de ella. La autonomía no es soberanía, sino un fruto o producto de la soberanía.

El 13 de mayo de 1932, cuando se discutía en las Cortes el Estatuto de Cataluña, don José Ortega y Gasset pronunció un discurso que, más de 70 años después, conserva actualidad, con una gran fuerza de convicción. «Recuerdo -afirmó el gran maestro- que hubo un momento de extremo peligro en la discusión constitucional, en que estuvo a punto, por superficiales consideraciones de la más abstrusa y trivial ideología, con un perfecto desconocimiento de lo que siente y quiere, salvo breves grupos, nuestro pueblo, sobre todo, de lo que siente y quiere la nueva generación, se estuvo a punto, digo, nada menos que de decretar, sin más, la Constitución federal de España».

La fórmula federal le aterraba a Ortega. Y se lamentaba de la imprecisión, fruto del desconocimiento, con que se empleaban una serie de vocablos: soberanía, federalismo, autonomía. «Soberanía -puntualiza- significa la voluntad última de una colectividad. Convivir en soberanía implica la voluntad radical y sin reservas de formar una comunidad de destino histórico, la inquebrantable resolución de decidir juntos en última instancia todo lo que se decida... Una amenaza a la soberanía unida, o que deje infectada su raíz, es el camino por el que iríamos derechos y rápidos a una catástrofe nacional».

¿Y qué es, entonces, la autonomía? La respuesta de Ortega es rápida, directa: «Autonomía significa, en la terminología jurídico-política, la cesión de poderes; en principio no importa cuáles ni cuántos, con tal que quede sentado de la manera más clara e inequívoca que ninguno de esos poderes es espontáneo, nacido de sí mismo, que es, en suma, soberano, sino que el Estado lo otorga y el Estado lo retrae y a él reviene. Esto es autonomía».

Volvamos a la Nación, una idea de la que se computan ahora las numerosas acepciones de la misma. Es cierto -y se recoge en los manuales al uso de Derecho Político- que hay varias maneras de entender la Nación. En la historia del pensamiento los autores nos han ofrecido interpretaciones distintas de la Nación.

Pero esto no debe llevarnos a afirmar que en el vigente Ordenamiento constitucional español la Nación puede entenderse de diferentes modos. La Nación en la presente estructura jurídico-política de España es la titular única e indivisible del poder constituyente. No tienen cabida, en nuestro Ordenamiento, varias Naciones.

La variedad de ideas sobre la Nación es consecuencia de su inserción en diferentes estructuras. Si retomamos el ejemplo del cuadro de madera que puede ser asiento o tapa, según que esté en un sillón o en un cajón, la Nación en una estructura preestatal, en una federal o en una confederal, no es lo mismo que en nuestro Estado de las Autonomías. Y fuera de las organizaciones jurídico-políticas, la Nación se emplea con significados plurales en la literatura narrativa, en los discursos propagandísticos y en la poesía.

Pero la Nación, en el actual Ordenamiento español, tiene un significado preciso y juega en él un papel que no cabe constitucionalmente desvirtuar.

Y nos queda una última anotación sobre la autonomía, en la línea trazada por Ortega en las Cortes republicanas. Con la autonomía se ceden competencias por el Estado, el cual puede ampliarlas, siempre que la Constitución lo permita, y puede el Estado recuperar competencias cedidas por error o con efectos indeseados. El proceso de transformación del Estado de las Autonomías no ha de marchar necesariamente en la dirección de aumentar las transferencias de poder a favor de las comunidades. Acaso resulte aconsejable, en determinados casos, ir en la dirección opuesta, o sea que el Estado recupere determinadas competencias antes cedidas. Ortega, en 1932, lo tenía claro y así lo exponía. En la presente situación española debemos recordar la buena enseñanza.

Thursday, July 14, 2005

 

Negociar con terroristas

del ABC del viernes 15 de julio de 2005 (primera parte) y del sábado 16 de julio de 2005 (segunda parte)

1- La negociación

POR JOSÉ VARELA ORTEGA

CATEDRÁTICO DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA

... Conviene que la opinión pública española tenga el valor de enfrentarse a la dura realidad: de que la concesión de los pretextos (la autodeterminación o, incluso, la secesión) no les hará a los terroristas abandonar el texto (el poder totalitario)...

TRES décadas de tormento nos deberían haber agudizado el entendimiento y disciplinado el razonamiento.

No obstante, cuando todavía estábamos convalecientes de esa gran investigación que descubría la causa del terrorismo en el hambre en el mundo (ergo, el País Vasco debe de estar «en otro mundo»), nos amenazan con ese silogismo con arreglo al cual, como pasados intentos de negociar reforzaron -que no desactivaron- a los terroristas, conviene insistir en el fracaso.

La repetición del macabro comportamiento nos debería haber enseñado que estas políticas de la violencia, o estrategias de «guerra barata», no son productos reactivos sino pro-activos. No son reacciones de resistencia, sino acciones de revolución.

Nos protegeremos mejor si terminamos por entender que la variable fundamental no está en la causa sino en la oportunidad. La pregunta que se formulan los terroristas no es por qué, sino cuándo, cómo y dónde cometer su atentado.

Nos conviene utilizar la preposición adecuada para formular una proposición acertada: la amenaza no nos llega del por (qué), tanto como del para (qué).

Es un error común, derivado de la peculiar interpretación etnicista de una historia romántica, rebuscar en la mito-genética del conflicto, en la errada presunción de que estos fenómenos de violencia política responden siempre a pesadillas de un remoto y recurrente conflicto histórico, nacional, cultural o religioso.

Muchas veces son opciones del presente: técnicas de guerra política -nos advierte un clásico del tema (Walter Laqueur)- al servicio de estrategias de poder que se alimenta, pero no se sacia, de concesiones o sumisiones y que ejercicios de exorcismo «meaculpista» judeocristiano poco ayudan a su comprensión.

El objetivo estratégico -por más que utópico- del terrorismo eusko-nazi no es tanta o cuanta soberanía, sino el poder totalitario. Lo demás son pretextos y coartadas, como mucho etapas. No estamos, pues, ante un síndrome de «privación relativa» que se resuelva con un expediente de concesiones.

Conviene que la opinión pública española tenga el valor de enfrentarse a la dura realidad: de que la concesión de los pretextos (la autodeterminación o, incluso, la secesión) no les hará a los terroristas abandonar el texto (el poder totalitario).

Esa es una de las razones por la cual traficar derechos fundamentales (la vida y la libertad) a cambio de autodeterminaciones o secesiones -que no son más que objetivos tácticos- no resuelve nada aunque lo agrave todo.

De la falacia de que no se les puede derrotar y de que hay que negociar arranca un atajo lóbrego que termina -como se lamentaba Cánovas en su tiempo- fiando la resolución de los problemas políticos al triste recurso de la fuerza. Quienes nos proponen integrar políticamente la violencia en el sistema negociando quieren ignorar la lógica a la que conduce su temible proposición.

Porque reanimar a terroristas agonizantes con la oferta de una negociación es peor que contraproducente. Significa introducir la violencia en nuestra economía de la política.

La decisión de combatir la violencia hasta desterrarla, en cambio, es el producto de un cálculo educado por una historia que nos ha llevado al convencimiento de que la negociación política produce un efecto didáctico perverso para este y para pleitos futuros.

Comprendamos, con ayuda de los antropólogos, que la violencia es una conducta social que se aprende más deprisa cuando está socialmente remunerada.

Este simio imitativo tardará muy poco -la causa será lo de menos- en mimetizar un comportamiento que el acuerdo remunerado habrá demostrado rentable. La violencia se perpetuará, reproducirá e imitará. Sila, aunque lo intentó -nos explica Salustio-, ya no pudo abolir su propio ejemplo.

Y, así, de la mano de la negociación, violentando la gramática del poder y del derecho, habremos penetrado en el siniestro escenario de la economía de la violencia. Todo nuestro mercado político, todos los actores se reordenarán en función de ese nuevo dato letal. Habremos dado, como decía Maura cuando se golpeó la Constitución en 1923, un maldecido paso atrás, un giro mortal a nuestra democracia parlamentaria: en lugar de expulsar la violencia e integrar problemas, integraremos la violencia para «resolver» problemas -un infierno hobbesiano invivible.

Esa película europea de los años treinta ya la hemos visto y termina mal.Nos van a tener que explicar, despacio y por su orden, por qué habiéndonos resistido en su día al chantaje del nacionalismo golpista español debemos admitir ahora que los terroristas abertzales condicionen una posible reforma estatutaria -que es lo que de verdad está detrás del preacuerdo con ETA.

Es preciso destruir las expectativas políticas de la violencia, llevando al enemigo del desaliento al desistimiento y evitando cualquier gesto que alimente la esperanza de que su macabro sistema produce dividendos.

A la postre, terminaremos por sentarnos, qué duda cabe. Pero a petición de los terroristas y en una sola mesa. No en dos (una casta, con ETA, y la timba donde se barajará el precio político), como pareciera deducirse de las contorsiones del Gobierno. Un escenario que nos precipitaría en nuestra propia trampa. Porque, sobre la mesa de una oferta gubernamental, deambulará, inevitablemente, la sombra siniestra de la amenaza: de que se conceda esto o aquello -poco importa qué- o se volverá a atentar contra nuestra vida y secuestrar nuestra libertad. Se estará especulando, en definitiva, con derechos fundamentales. Se tratará, en suma, de una proposición filosóficamente obscena, moralmente indecente y políticamente explosiva.

La contundente afirmación tiene su justificación e historia. Y algunos de los socialistas de antes se la saben bien.

Si hemos de hacer caso de un suelto de La Vanguardia, a don Gregorio se le conoce en su partido como un gran muñidor de cargos, el nuevo Natalio Rivas de la izquierda española. Pero eso es injusto. Don Gregorio es mucho más que un fiel emulador de Mayor Daley, en un partido que ha producido el spoils system más intenso que ha vivido la política española desde el conde de Romanones.

El profesor Peces Barba conoce, como pocos en España, la literatura de los Founding Fathers. Sabe que el meollo del debate fino il setecento entre el gabinete británico y los primeros americanos -y demócratas- estaba centrado sobre la naturaleza individual e indelegable de los derechos fundamentales: en concreto, la libertad religiosa -derecho sobre el cual los americanos rechazaban la interferencia de una potestad parlamentaria que los ingleses consideraban omnímoda, mientras los yanquis se apoyaban en Grocio para defender una noción firme de los límites de todo poder-. Omnipotence cannot do it: ni siquiera Dios -aseguraban- podía convertir lo verdadero en falso.

Menos aún debía el Parlamento invadir el ámbito de los derechos fundamentales. Como verdades evidentes, estos eran preconstitucionales, ilegislables -en conmovedora expresión de los republicanos españoles-. Eran -son- derechos individuales cuya procuraduría no hemos transferido por el voto a gobierno o legislativo alguno.

Por ende, no son negociables ni están sometidos a votación. Esto no es «paja». Que los derechos fundamentales no puedan votarse -y, en su caso, suprimirse, como acaeció en el Reichstag de 1933- es la clave de la alternancia.

Las libertades formales no eran excesivas, como pensaban monseñor Kaas y Pío XII. Eran fundamentales, como creía el canciller Brüning. Porque su derogación en marzo de 1933 se votó democráticamente.

Pero precisamente por votarse derechos fundamentales, a partir de entonces quedó suprimida en Alemania la elección.

Se demostró en la práctica que, sin libertad, podrá haber votaciones, pero no elecciones, porque no habrá alternativa que elegir.

Lo peor de negociar -derechos fundamentales- no es lo que se concede, ya sea autodeterminación o secesión. Lo peor es lo que se recibe a cambio -la vida y la libertad-, que habrán dejado ya de ser derechos para convertirse en concesiones (de estos u otros especialistas en violencia política).

Lo más asombroso no es que los Carod Roviras de este planeta persistan en el error de una negociación con la que confían alumbrar rentas de secesión. Lo que le deja a uno estupefacto de este debate es que otros diputados, en su infinita soberbia, admitan discutir la mayor y no contesten, modestamente, con la verdad esencial de nuestra democracia parlamentaria: que carecen de mandato electoral para negociar unos derechos fundamentales que no van -ni pueden ir- en la papeleta del voto que les ha elegido.

Es un error, empero, afirmar que el Gobierno ha roto el pacto antiterrorista. Se ha limitado a certificar su caducidad. Con toda lógica. Porque el pacto se fundamentaba en la alternancia y se sustanciaba en el compromiso de que, de ella, los terroristas no pudieran albergar esperanzas de alternativa.

Pero, si el Gobierno abandonara la cultura de la alternancia, el pacto carecería de sentido porque los terroristas sí tendrían alternativa: la negociación que les ofrece el nuevo Club de socialistas y secesionistas. La solución, en el número siguiente.

y 2. Fin de la alternancia

POR JOSÉ VARELA ORTEGA CATEDRÁTICO DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA

... Parece razonable que dudemos de la estabilidad institucional de un sistema apoyado en socios inmoderados cuyo objetivo es la liquidación, que no la constitución, del conjunto. Toda predicción es sumamente arriesgada porque la realidad es, afortunadamente, aleatoria...UNA de las formas posibles de enhebrar la historia política de la España contemporánea consiste en hacerlo en torno a tres ejes fundamentales: libertad, alternancia y democracia. Desde 1812 a 1834, apenas (1820-1823) pudo desarrollarse el primero de dichos términos. Durante las cuatro décadas siguientes (1834-1874) tuvimos una versión balbuceante del liberalismo francés pero sin democracia -que, por otra parte, salvo en la América jacksoniana, no existía en lugar alguno. Tampoco hubo alternancia, sino monopolio de un poder que perseguía y excluía a la oposición, la cual, para recuperarlo, recurría al golpe militar como mecanismo de cambio. Un sistema tosco y violento de relevo que acabó mal: en 1868, lo que comenzó como un pronunciamiento militar progresista convencional terminó en una revolución anarco-federal, provocando, o al menos alimentando, una sublevación carlista (1873) que estuvo cerca de triunfar, en su papel de bombero de la revolución -según un agregado militar francés. No es extraño que, ante el enemigo común, muchos liberales, de izquierda a derecha, decidieran estabilizar el sistema, renunciando al golpismo militar para organizar la alternancia en el poder por turno pacífico de las dos grandes familias políticas liberales. Durante cosa de medio siglo hubo, pues, libertad y alternancia. Pero la Restauración (1875-1923) fue víctima de su propio éxito. Porque la alternancia, que acabó con el golpismo -como era su propósito-, estaba tan pactada que desincentivó y dificultó la democracia, que fue su consecuencia. Entre los veinte y los treinta del siglo pasado, demasiados políticos, intelectuales y militares se impacientaron. Comenzaron a considerar que el turno era vicioso y a pensar que la forma de terminar con los vicios era acabar con el turno -un non sequitur muy popular en la época. Unos lo hicieron manu militari implantando una dictadura (1923-1929). Otros trajeron, al fin, la democracia por la que tanto suspiraban las ciudades (1931). Pero, haciendo tabula rasa del pasado y creyendo que los «vicios» se debían al turno -y no al revés-, suprimieron cuanto de civilizado había entre los partidos: espíritu de tolerancia y transacción, hábitos de negociación y voluntad de pactos se convirtieron en métodos fracasados y, el consenso, en pasteleo. Había que acorazarse contra la transigencia, advertía Azaña. Los rivales volvieron a considerarse como enemigos, y su triunfo electoral a interpretarse como una anomalía. La República era sólo de los republicanos, y la mayoría natural, de izquierdas. Mientras, en el otro extremo, la España eterna sólo pertenecía a los verdaderos españoles. Cada mitad hizo esfuerzos por convencer a la otra mitad del país de que no tenía cabida en su sistema. De este modo, no debe sorprendernos que los votos se buscaran -y disputaran- por los extremos. En la República, pues, hubo democracia y libertad, en su versión jacobina e intolerante. Pero la alternancia desapareció del vocabulario y del funcionamiento del sistema, en la medida en que los partidos no construyeron un terreno político común. La idea volvió a ser la aniquilación, en lugar de la aceptación del adversario (Dardé). Fue preciso el gran dolor de la tragedia, y una lóbrega posguerra, para que los hombres de la generación cainita cayeran en la cuenta del bien perdido (Marañón).Tres décadas después, ese renacido espíritu de tolerancia y reconciliación inspiró la Transición y nos moderó a casi todos -salvedad hecha de los nacionalistas-. Fue nuestro never again. Por eso hemos vivido en libertad sin ira y en democracia estable porque parecíamos haber aprendido a respetar la alternancia del rival, residenciando la competencia en el centro del electorado. Por primera vez en nuestra historia las tres variables han coincidido en un tiempo pleno, el sueño de nuestros abuelos hecho realidad. Pero debió de ser eso, un sueño. Porque la generación socialista actual ha abandonado la filosofía de la alternancia. Hemos regresado, pues, a la idea de «mayorías naturales», esta vez con el complemento de pequeños partidos extremistas y secesionistas. Los rivales son otra vez enemigos políticos: los malos, nos explica un influyente político socialista. No se trata sólo de arrojar al PP del poder, como era la obligación de la oposición, o mantenerlo fuera de él, que es la tarea del gobierno socialista. Hay algo más. En este guión, la servidumbre no es sólo de la aritmética parlamentaria. Hay un proyecto estratégico: expulsar al centro derecha de la cancha, redimensionando y rediseñando el campo de juego político con actores extremistas y políticas radicales que busquen el disenso y la confrontación, de manera tal que la disputa por el voto se desplace a los extremos y la derecha pierda, además, su centralidad, bien por disgregación (fabricándole un Le Pen) o por división (del liderazgo).Ahí están los hechos. Y son tozudos. Nuestros astrólogos electorales, astutos y audaces pero ignorantes, con la Iglesia nos han topado (planeando un atentado etimológico que aumenta la confrontación sin incrementar los derechos de la norma). Han desenterrado enfrentamientos (haciendo arqueología de lo macabro y rescatando del olvido estatuas del general Franco), alentado antiamericanismo y populismo, dividido y radicalizado a las víctimas. Han cambiado el sentido de las palabras que es -dijo antes Montaigne y luego Lewis Carroll- el primer paso para deformar la realidad. Para empezar, han travestizado su propia naturaleza política, consiguiendo mixtificar un Partido Socialista en un conglomerado nacionalista que se ha olvidado hasta de la letra de La Internacional. Le han dado la vuelta al sistema parlamentario, al punto de ser el gobierno el que controla, fiscaliza y cuestiona a las oposiciones. Han logrado también invertir el dictum de Hume, al confundir pacífico con moderado, disfrazando a radicales secesionistas de moderados. Bien es verdad que han contado a menudo con la inestimable colaboración de algunos dirigentes del PP, los cuales, en lugar de dimitiendo, entran al trapo embistiendo, cuando se dignan a usar de la cabeza -que diría el poeta. Estas políticas de radicalismo papier mâché podrán gustar más o menos, pero es indudable que, medidas en función del objetivo estratégico señalado -fabricar una nueva constelación política con satélites secesionistas para expulsar al centro derecha del sistema-, están teniendo éxito: movilizan votos por los extremos, sin perder los del centro. Sólo les falta cerrar el preacuerdo con ETA. En una mesa aséptica se hablará sólo de armas, presos y tregua. Pero en otra de tahúres se negociará con los «recogedores de nueces» del PNV un plan Ibarreche maquillado. Después, a disolver y sacar mayoría absoluta, antes de que la subida de tipos y la caída de la demanda interna conviertan en paro y traduzcan en impopularidad el agujero que ahora vemos -pero todavía no sufrimos- en la balanza comercial. Ese es el guión. Y es una (perversa) buena idea. Todo lo demás es episódico.Episódico, pero no gratuito. Porque el guión tiene sus costos. No se precisa de mucha aritmética para calcular el pasivo del antiamericanismo en un país con ingentes intereses atlánticos y un permanente problema de seguridad en el Estrecho. Tampoco hace falta mucho más que sentido común para concluir que resucitar problemas con la Iglesia, enfrentamientos cainitas o el recuerdo de Franco -que creíamos amortizados, enterrados u olvidados- es una política imprudente. Que sea el Gobierno el que fiscalice a la oposición implica -le explicó la izquierda española a Cánovas en 1880, y Churchill a los laboristas en 1941- hablar del pasado e impone, claro, sacrificar el futuro. Pero todo eso no son más que los pretextos del referido texto. Y eso -el texto- es lo grave, en la medida en que atenta contra, digamos, las leyes de la física-política. La experiencia nos ha mostrado que los nacionalistas son insaciables. Lo que se les propone como acuerdos ellos lo traducen por etapas. La última -el acuerdo, unánime, sobre el sistema de financiación- no ha durado más de... ¡cuatro años! Es inevitable que nos preguntemos por los tiempos de la próxima «etapa» que ahora se está negociando. Y también parece razonable que dudemos de la estabilidad institucional de un sistema apoyado en socios inmoderados cuyo objetivo es la liquidación, que no la constitución, del conjunto. Toda predicción es sumamente arriesgada porque la realidad es, afortunadamente, aleatoria. Sin embargo, puestos a aventurar, antes que la proposición contraria, es más probable que el nuevo planetario político diseñado por el Gobierno vaya de éxito (virtual) en éxito (electoral), hasta que la realidad objetiva imponga su presencia con un desastre final.

 

¿Como relacionarse con los bienes materiales?

Reflexiones en torno a Santiago 5:1-6

La Epístola de Santiago nos ayuda a reflexionar sobre el sentido de la riqueza y la forma de relacionarnos con los bienes materiales.

Leamos primero el párrafo propuesto: Santiago 5:1-6.

“1 Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están para caer sobre vosotros.
2 Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están apolillados;
3 vuestro oro y vuestra plata están tomados de herrumbre
y su herrumbre será testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado riquezas en estos días que son los últimos.

4 Mirad; el salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos.
5 Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis entregado a los placeres; habéis hartado vuestros corazones en el día de la matanza.
6 Condenasteis y matasteis al justo; él no os resiste.”

Para volver enseguida sobre este párrafo, les sugiero que repasemos primero a vuelo de pájaro la Epístola completa de Santiago.

Nos dice Santiago que para ser perfectos, la paciencia del hombre debe ir acompañada de obras perfectas y atravesar la prueba por la que necesariamente tendrá que pasar en la vida. Y aquel que supera “la prueba, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman”.

Ahora bien, nos advierte que en su paso por la tierra, “cada uno es probado por su propia concupiscencia que le arrastra y le seduce”, que “da a luz el pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte.”

De este modo, será feliz aquel “que considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme”, aquel que oye la Palabra, la tiene siempre presente y la pone en obra.

Nos dice también que obra bien aquel que ama a su prójimo como a si mismo. No distingue entre rico y pobre, porque Dios ha escogido “como ricos en la fe, y herederos del Reino que prometió, a los que le aman” a los que son pobres según los considera el mundo.

Nos agrega luego que la fe exige obras para no ser vana: “¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: "Tengo fe", si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe?”. La fe sin obras no sirve “¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan.”

Y las obras que nos da como ejemplos son claras y precisas: “La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo.” “Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: "Idos en paz, calentaos y hartaos", pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?”.

Nos pone como ejemplo a Abraham: “Abraham nuestro padre ¿no alcanzó la justificación por las obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?”. Dice el Génesis: "Porque tú no has perdonado a tú único hijo engendrado por amor a mí, Yo te bendeciré" (Gen. xxii, 16,17). Abraham transformó su fe en obras y puso a disposición de Dios a su bien preciado, a su propio hijo: “Y alcanzó pleno cumplimiento la Escritura que dice: Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia y fue llamado amigo de Dios."

Luego Santiago exhorta al lector de su epístola a que actúe de determinada manera: “que muestre por su buena conducta las obras hechas con la dulzura de la sabiduría” que viene de lo alto: “pura, pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía”, sin “amarga envidia y espíritu de contienda”, sin jactarse ni mentir “contra la verdad”.

También le sugiere que sea pacifico, mostrándole el origen de las contiendas entre los hombres: “frutos de justicia se siembran en la paz para los que procuran la paz.” “¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones que luchan en vuestros miembros? ¿Codiciáis y no poseéis? Matáis. ¿Envidiáis y no podéis conseguir? Combatís y hacéis la guerra.”

Nos ilumina acerca del sentido que tienen nuestras oraciones en las que pedimos bienes materiales. Muchas veces pensamos que los bienes están ordenados a nuestra satisfacción terrena, y nos ilusionamos creyendo que con lo que tenemos todo nos es posible, todo nos es lícito: “Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones.”

Otras veces pensamos que tenemos todo bajo nuestro control, o que poseeremos nuestros bienes terrenales para siempre. Y nos
dice Santiago: “Vosotros los que decís: "Hoy o mañana iremos a tal ciudad, pasaremos allí el año, negociaremos y ganaremos, en lugar de decir: "Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello".
Vosotros que no sabéis qué será de vuestra vida el día de mañana... ¡sois vapor que aparece un momento y después desaparece!”

Y nos recuerda Quién nos espera al final: “¡Tened paciencia! fortaleced vuestros corazones porque la Venida del Señor está cerca.” Y nos dice también como tenemos que esperar la venida del Señor “¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore. ¿Está alguno alegre? Que cante salmos.”

Como para completar su Epístola dirigiendo al hombre hacia la eternidad, nos recuerda también Santiago la importancia de la “oración de la fe” cuando la enfermedad nos llega: “la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados.”

Y nos recuerda asimismo que la generosidad de Dios nos perdona nuestros pecados pero también, si es su voluntad nos ayuda en lo material. Y nos trae el caso de Job: “Habéis oído la paciencia de Job en el sufrimiento y sabéis el final que el Señor le dio; porque el Señor es compasivo y misericordioso.” Al final, el Señor “compasivo y misericordioso” nos tratará como lo hizo con Job, que fue un hombre muy rico que al ser sometido a prueba y pasada la misma, “aumentó Yahveh al doble todos los bienes de Job” (Job 42, 10).

Vayamos fijando entonces estos conceptos:

· la búsqueda de la perfección es nuestra tarea en este mundo
· seremos probados a lo largo de nuestra vida
· daremos cumplimiento de la Palabra de Dios a través de nuestras obras, particularmente las de misericordia,
· el desprendimiento de los bienes terrenos nos ayuda a focalizar el sentido de la vida
· nuestro carácter también debe de ser de determinada manera
· lo que parece que tenemos, es frágil y fugitivo
· creemos que tenemos mas control que el real sobre las cosas
· la vida tiene un sentido trascendente
· Dios nos provee también de todo lo material que necesitamos en orden a nuestra salvación

Con este sentido de trascendencia, estamos listos ahora para leer nuevamente el párrafo seleccionado (Santiago 5:1-6)

· “Y ustedes los ricos, lloren y laméntense, por las desgracias que les esperan.
· Su riqueza está corrompida y la polilla se ha comido sus vestidos; su oro y su plata están enmohecidos y este moho será una prueba contra ustedes y consumirá sus carnes como el fuego.
· ¿Para qué amontonar riquezas si estamos en los últimos días?
· El salario que ustedes han defraudado a los trabajadores que segaron sus campos está clamando, y los gritos de los cosechadoras han llegado hasta el oído del Señor todopoderoso.
· Han vivido en este mundo lujosamente y entregados al placer, engordando para el día de la matanza.
· Han condenado, han matado al inocente, y ya no les ofrece resistencia.”

La primera frase que queremos destacar es la siguiente: “¿Para qué amontonar riquezas si estamos en los últimos días?”, puesto que nos lleva al centro de la reflexión: ¿cuál es el sentido de las riquezas en un mundo finito, en un mundo que termina?.
“¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?” (Mt 16,26). "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán? Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios." Lucas 12, 20-21
“Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.” (Marcos 8,35)

Salgamos por un instante de las Sagradas Escrituras, y acerquémonos por un momento a principios del siglo XVII.

Leamos a Shakespeare cuando hace decir a Hamlet a Horacio y a los sepultureros en la famosa escena en el cementerio: “Y esa otra, ¿por qué no podría ser la calavera de un letrado?... ¿A dónde se fueron sus equívocos y sutilezas, sus litigios, sus interpretaciones, sus embrollos? ¿Por qué sufre ahora que ese bribón grosero le golpee contra la pared con el azadón lleno de barro?... ¡Y no dirá palabra acerca de un hecho tan criminal!... Este sería quizás, mientras vivió, un gran comprador de tierras, con sus obligaciones, reconocimientos, transacciones, seguridades mutuas, pagos, recibos... Ve aquí el arriendo de sus arriendos, y el cobro de sus cobranzas: todo ha venido a parar en una calavera llena de lodo. Los títulos de los bienes que poseyó cabrían difícilmente en su ataúd, y no obstante eso, todas las fianzas y seguridades recíprocas de sus adquisiciones no le han podido asegurar otra posesión que la de un espacio pequeño capaz de cubrirse con un par de sus escrituras... ¡Oh! y a su opulento sucesor tampoco le quedará más.”

Constatamos también desde la observación humana pura y simple que todo lo que podamos obtener en esta vida no durara para siempre.

Y si nos remontamos aún casi un siglo mas, podemos también leer las celebres coplas de Manrique a la muerte de su padre y encontrar ¿curiosamente? reflexiones similares a las que hará Shakespeare cien años mas tarde. Riquezas, “rocío de los prados”…

Recuerde el alma dormida,avive el seso y despierte,contemplandocómo se passa la vida,cómo se viene la muertetan callando;cuán presto se va el plazer,cómo después, de acordado,da dolor;cómo, a nuestro parescer,cualquiera tiempo passadofue mejor.
Y pues vemos lo presentecómo en un punto s'es idoy acabado,si juzgamos sabiamente,daremos lo no venidopor passado.No se engañe nadie, no,pensando que ha de durarlo que espera,más que duró lo que vio,porque todo ha de passarpor tal manera.
Nuestras vidas son los ríosque van a dar en la marque es el morir;allí van los señoríosderechos a se acabary consumir;allí los ríos caudales,allí los otros, medianosy más chicos,allegados son igualeslos que viven por sus manosy los ricos.
Dexo las invocacionesde los famosos poetasy oradores;no curo de sus ficciones,que traen yerbas secretassus sabores.A Aquél solo me encomiendo,Aquél solo invoco yo,de verdad,que en este mundo viviendoel mundo no conosciósu deidad.
Este mundo es el caminopara el otro, que es moradasin pesar;mas cumple tener buen tinopara andar esta jornadasin errar.Partimos cuando nascemos,andamos mientra vivimos,y llegamosal tiempo que fenescemos;assí que, cuando morimos,descansamos.
Este mundo bueno fuesi bien usáremos délcomo debemos,porque, según nuestra fe,es para ganar aquélque atendemos.Y aun el hijo de Dios,para sobirnos al cielo,descendióa nascer acá entre nosy vivir en este suelodo murió.
Ved de cuán poco valorson las cosas tras que andamosy corremos,que, en este mundo traidor,aun primero que muramos,las perdemos:dellas deshaze la edad,dellas casos desastradosque acaescen,dellas, por su calidad,en los más altos estadosdesfallescen.
Dezidme, la hermosura,la gentil frescura y tezde la cara,la color y la blancuracuando viene la vejez,¿cuál se para?Las mañas y ligerezay la fuerça corporalde juventud,todo se torna gravezacuando llega al arrabalde senectud.
Pues la sangre de los godos,el linaje y la noblezatan crescida,¡por cuántas vías y modosse sume su gran altezaen esta vida!:Unos, por poco valer,por cuan baxos y abatidosque los tienen;otros que, por no tener,con oficios no debidosse mantienen.
Los estados y riquezaque nos dexan a deshora¿quién lo duda?No les pidamos firmeza,pues que son de una señoraque se muda;que bienes son de Fortunaque revuelve con su ruedapresurosa,la cual no puede ser una,ni estar estable ni quedaen una cosa.
Pero digo que acompañeny lleguen hasta la huesacon su dueño:por esso no nos engañen,pues se va la vida apriessacomo sueño.Y los deleites de acáson, en que nos deleitamos,temporales,y los tormentos de allá,que por ellos esperamos,eternales.
Los plazeres y dulçoresdesta vida trabajadaque tenemos,¿qué son sino corredoresy la muerte, la celadaen que caemos?No mirando a nuestro daño,corremos a rienda sueltasin parar;desque vemos el engañoy queremos dar la vuelta,no hay lugar.
Si fuesse en nuestro podertornar la cara fermosacorporal,como podemos hazerel ánima gloriosaangelical,¡qué diligencia tan vivatoviéramos toda hora,y tan presta,en componer la cativa,dexándonos la señoradescompuesta!
Essos reyes poderososque vemos por escriturasya passadas,con casos tristes, llorosos,fueron sus buenas venturastrastornadas.Assí que no hay cosa fuerte,que a papas y emperadoresy perlados,assí los trata la muertecomo a los pobres pastoresde ganados.
Dexemos a los troyanos,que sus males no los vimosni sus glorias;dexemos a los romanos,aunque oímos y leimossus historias.No curemos de saberlo de aquel siglo passadoqué fue d'ello;vengamos a lo de ayer,que también es olvidadocomo aquello.
¿Qué se hizo el rey don Juan?¿Los Infantes de Aragón,qué se hizieron?¿Qué fue de tanto galán?¿Qué fue de tanta invencióncomo truxieron?Las justas y los torneos,paramentos, bordadurasy cimeras,¿fueron sino devaneos?,¿que fueron sino verdurasde las eras?
¿Qué se hizieron las damas,sus tocados, sus vestidos,sus olores?¿Qué se hizieron las llamasde los fuegos encendidosde amadores?¿Qué se hizo aquel trovar,las músicas acordadasque tañían?¿Qué se hizo aquel dançar,aquellas ropas chapadasque traían?
Pues el otro, su heredero,don Enrique, !qué poderesalcançaba!,¡cuán blando, cuán halagueroel mundo con sus plazeresse le daba!Mas veréis, ¡cuán enemigo,cuán contrario, cuán cruelse le mostró!;habiéndole sido amigo,¡cuán poco duró con éllo que le dio!
Las dádivas desmedidas,los edificios realesllenos de oro,las vaxillas tan febridas,los enriques y realesdel tesoro,los jaezes y caballosde su gente, y atavíostan sobrados,¿dónde iremos a buscallos?;¿qué fueron, sino rocíosde los prados?
Pues su hermano, el inocenteque, en su vida, sucessorse llamó,¡qué corte tan excelentetuvo y cuánto gran señorque le siguió!Mas, como fuesse mortal,metióle la muerte luegoen su fragua.¡Oh, juïzio divinal!,cuando más ardía el fuegoechaste agua.
Pues aquel gran Condestable,maestre que conoscimostan privado,no cumple que dél se hable,sino solo que lo vimosdegollado.Sus infinitos tesoros,sus villas y sus lugares,su mandar,¿qué le fueron sino lloros?,¿fuéronle sino pesaresal dexar?
Pues los otros dos hermanos,maestres tan prosperadoscomo reyes,que a los grandes y medianostruxeron tan sojuzgadosa sus leyes;aquella prosperidadque tan alto fue subiday ensalzada,¿qué fue sino claridadque, estando más encendida,fue amatada?
Tantos duques excelentes,tantos marqueses y condes,y baronescomo vimos tan potentes,di, Muerte, ¿dó los escondesy traspones?Y las sus claras hazañasque hizieron en las guerrasy en las pazes,cuando tú, cruda, te ensañas,con tu fuerça las atierrasy deshazes.
Las huestes innumerables,los pendones y estandartesy banderas,los castillos impugnables,los muros y baluartesy barreras,la cava honda, chapada,o cualquier otro reparo¿qué aprovecha?Que si tú vienes airada,todo lo passas de clarocon tu flecha.
Aquel, de buenos abrigo,amado por virtuosode la gente,el maestre don RodrigoManrique, tan famosoy tan valiente;sus grandes hechos y clarosno cumple que los alabe,pues los vieron,ni los quiero hazer caros,pues el mundo todo sabecuales fueron.
¡Qué amigo de sus amigos!¡Qué señor para criadosy parientes!¡Qué enemigo de enemigos!¡Qué maestro de esforçadosy valientes!¡Qué seso para discretos!¡Qué gracia para donosos!¡Qué razón!¡Qué benigno a los sujetos,y a los bravos y dañosos,un león!
En ventura, Octavïano;Julio César, en vencery batallar;en la virtud, Africano;Aníbal, en el sabery trabajar;en la bondad, un Trajano;Tito, en liberalidadcon alegría;en su braço, Aurelïano;Marco Atilio, en la verdadque prometía.
Antonio Pío, en clemencia;Marco Aurelio, en igualdaddel semblante;Adrïano, en elocuencia;Teodosio, en humanidady buen talante;Aurelio Alexandre fueen disciplina y rigorde la guerra;un Costantino, en la fe;Camilo, en el gran amorde su tierra.
No dexó grandes tesoros,ni alcançó grandes riquezasni vaxillas,mas hizo guerra a los morosganando sus fortalezasy sus villas.Y en las lides que venció,muchos moros y caballosse perdieron,y en este oficio ganólas rentas y los vasallosque le dieron.
Pues por su honra y estado,en otros tiempos passados,¿cómo se hubo?:Quedando desamparado,con hermanos y criadosse sostuvo.Después que hechos famososhizo en esta dicha guerraque hazía,hizo tratos tan honrososque le dieron aun más tierraque tenía.
Estas sus viejas estoriasque con su braço pintóen la joventud,con otras nuevas victoriasagora las renovóen la senectud.Por su gran habilidad,por méritos y ancianíabien gastada,alcançó la dignidadde la gran caballeríade la Espada.
Y sus villas y sus tierras,ocupadas de tiranoslas halló,mas por cercos y por guerras,y por fuerça de sus manoslas cobró.Pues nuestro Rey natural,si de las obras que obrófue servido,dígalo el de Portugal,y en Castilla quien siguiósu partido.
Después de puesta la vidatantas vezes por su leyal tablero,después de tan bien servidala corona de su Reyverdadero,después de tanta hazañaa que no puede bastarcuenta cierta,en la su villa de Ocañavino la Muerte a llamara su puerta.
Diziendo: "Buen caballero,dexad el mundo engañosoy su halago,vuestro coraçón de azeromuestre su esfuerço famosoen este trago;y pues de vida y saludhezistes tan poca cuentapor la fama,esforçad vuestra virtudpara sofrir esta afruentaque os llama.
"No se os haga tan amargala batalla temerosaque esperáis,pues otra vida más largade fama tan glorïosaacá dexáis.Aunque esta vida de honortampoco no es eternalni verdadera,mas con todo es muy mejorque la otra temporal,perescedera.
"EI vivir que es perdurableno se gana con estadosmundanales,ni con vida deleitableen que moran los pecadosinfernales.Mas los buenos religiososgánanlo con oracionesy con lloros;los caballeros famosos,con trabajos y afliccionescontra moros.
"Y pues vos, claro varón,tanta sangre derramastesde paganos,esperad el galardónque en este mundo ganastespor las manos;y con esta confiança,y con la fe tan enteraque tenéis,partid con buena esperança,que esta otra vida terceraganaréis".
Responde el Maestre
"No gastemos tiempo yaen esta vida mezquinapor tal modo,que mi voluntad estáconforme con la divinapara todo;y consiento en mi morircon voluntad plazentera,clara y pura,que querer hombre vivir,cuando Dios quiere que muera,es locura."
Oración
"Tu, que por nuestra maldadtomaste forma servily baxo nombre;Tú, que a tu divinidadjuntaste cosa tan vilcomo el hombre;Tú, que tan grandes tormentossufriste sin resistenciaen tu persona;no por mis merescimientos,mas por tu sola clemencia,me perdona."
Cabo
Así, con tal entender,todos sentidos humanosconservados,cercado de su mujer,y de hijos, y hermanos,y criados,dio el alma a quien gela dio,ei cual la ponga en el cieloen su gloria.Y aunque la vida murió,nos dexó harto consuelosu memoria.

Y volvamos a las escrituras, ahora al Salmo 48:

Oíd esto, todas las naciones;escuchadlo, habitantes del orbe:plebeyos y nobles, ricos y pobres;mi boca hablará sabiamente,y serán muy sensatas mis reflexiones;prestaré oído al proverbioy propondré mi problema al son de la cítara.¿Por qué habré de temer los días aciagos,cuando me cerquen y acechen los malvados,que confían en su opulenciay se jactan de sus inmensas riquezas,si nadie puede salvarseni dar a Dios un rescate?Es tan caro el rescate de la vida,que nunca les bastará para vivir perpetuamentesin bajar a la fosa.Mirad: los sabios mueren,lo mismo que perecen los ignorantes y necios,y legan sus riquezas a extraños.El sepulcro es su morada perpetuay su casa de edad en edad,aunque hayan dado nombre a países.El hombre no perdurará en la opulencia,sino que perece como los animales.Este es el camino de los confiados,el destino de los hombres satisfechos:son un rebaño para el abismo,la muerte es su pastor,y bajan derechos a la tumba;se desvanece su figura,y el abismo es su casa.Pero a mí, Dios me salva,me saca de las garras del abismo y me lleva consigo.No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa:cuando muera, no se llevará nada,su fasto no bajará con él.Aunque en vida se felicitaba:"Ponderan lo que lo pasas",irá a reunirse con sus antepasados,que no verán nunca la luz.El hombre rico e inconscientees como un animal que perece.

Aquí las Sagradas Escrituras se refieren a “plebeyos y nobles, ricos y pobres” por igual. Y nos señalan nuestro destino final si alineamos nuestras obras de acuerdo a lo que Dios quiere de nosotros: “Pero a mí, Dios me salva, me saca de las garras del abismo y me lleva consigo.”

Sabemos por otra parte que desde el Génesis Dios señala al hombre funciones a desempeñar en la tierra: “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra. Dijo Dios: Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; para vosotros será de alimento.” (Gen I,27-29) “Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase.” (Gen,2,15).
Acercándonos a nuestros dias, el Concilio Vaticano II nos dice: "Una cosa hay cierta para los creyentes: la actividad humana individual y colectiva o el conjunto ingente de esfuerzos realizados por el hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores condiciones de vida, considerando, en sí mismo, responde a la voluntad de Dios. Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad, sometiendo así la tierra y cuanto en ella se contiene y de orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo"( Conc. Ecum. Vat. II, Const. Past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et Spes, 34: A.A.S. 58 (1966), p.1052)

"Los cristianos, lejos de pensar que las conquistas logradas por el hombre se oponen al poder de Dios y que la criatura racional pretende rivalizar con el Creador, están, por el contrario, persuadidos de que las victorias del hombre son signo de la grandeza de Dios y consecuencia de su inefable designio. Cuanto más se acreciente el poder del hombre, más amplia es su responsabilidad individual y colectiva... El mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo.” Conc. Ecum. Vat. II, Const. Past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et Spes, 34: A.A.S. 58 (1966), p.1052s.

“La conciencia de que a través del trabajo el hombre participa en la obra de la creación, constituye el móvil más profundo para emprenderlo en varios sectores: "Deben, pues, los fieles -leemos en la Constitución Lumen Gentium- conocer la naturaleza íntima de todas las criaturas, su valor y su ordenación a la gloria de Dios y, además, deben ayudarse entre sí, también mediante las actividades seculares, para lograr una vida más santa, de suerte que el mundo se impregne del espíritu de Cristo y alcance más eficazmente su fin en la justicia, la caridad y la paz... Procuren, pues, seriamente, que por su competencia en los asuntos profanos y por su actividad, elevada desde dentro por la gracia de Cristo, los bienes creados se desarrollen... según el plan del Creador y la iluminación de su Verbo, mediante el trabajo humano, la técnica y la cultura civil" Conc. Ecum. Vat. II, Const. Dogm. sobre la Iglesia Lumen Gentium, 36: A.A.S. 57 (1965), p. 41

Estaríamos ahora en condiciones de intentar penetrar en el sentido que tiene la riqueza en este mundo, y de nuestra relación con ella: ¿Cuál es el sentido de la riqueza? ¿Cómo deben entrar en nuestra vida los bienes materiales?.

Si nos preguntamos el porqué de las admoniciones de Santiago, el porqué de esas palabras aparentemente tan duras que se adicionan a aquellas que nos dicen que mas fácil es que pase un camello por el ojo de una aguja que la salvación de un rico, veremos nuestra manera de tratar nuestra relación con los bienes materiales, debe ser relacionando estrechamente el uso que haremos de todo lo material con nuestra salvación eterna, por la que Jesucristo se hizo carne y habitó entre nosotros.

Nos damos cuenta entonces, que nuestro interlocutor para iluminarnos en nuestra relación con la riqueza debe ser el mismo Señor Jesucristo, que nos está mirando desde el cielo y nos acompaña siempre. El quiere que analicemos nuestra relación con todo lo material, y con el dinero también, en intima conexión con nuestra salvación y con la salvación del mundo.

Nuestros bienes materiales tienen un propósito específico en el que tendremos que reflexionar, y que tiene que ver con nuestra vocación individual.

Pero sabemos ya que tenemos que usar de todo lo material de un modo en el que no sea ocasión de pecado. De un modo que no solamente no nos aleje a cada uno de nosotros de la vida que Dios quiere que llevemos, sino se constituya en un instrumento que Dios nos da para acercarnos mas y mas al camino de la salvación nuestra y de los demás.

Es por eso que nuestra meditación sobre el tema debe ir mucho mas allá del análisis intelectual o académico que nos ayude a “justificar” que podemos ganar dinero y riquezas de un modo ético compatible con lo que Dios “permite”. No buscamos solamente “límites”. Queremos llegar a conocer a la luz de la fe lo que Dios quiere de cada uno de nosotros en relación con la riqueza.

Y este conocimiento debemos hacerlo en cuatro planos de nuestra actividad: pensar, decir, hacer y omitir.

Necesitamos acercarnos a la verdad y conocer las pautas de conducta generales a las que adaptaremos nuestra conducta, nuestras obras y nuestro discurso a lo que Dios quiere de cada uno de nosotros respecto de los bienes materiales en orden a nuestra salvación.

Necesitamos conocer las acciones que debemos omitir de realizar en nuestras vidas relacionadas con los bienes materiales a nuestro alcance, para que no sean motivo para alejarnos de lo que Dios quiere de cada uno de nosotros y de Dios mismo.

Empecemos entonces por remover el obstáculo, la piedra que nos obstruye el camino que es ni más ni menos que el pecado. Santiago nos habla de la codicia, de la envidia y de gastar mal los bienes en satisfacer nuestras pasiones.

Santo Tomas nos dice que: “un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal”. (II-II:153:4)

La riqueza como fin nos puede llevar derecho a los “vicios” capitales:

El disponer de bienes nos puede hacer creer que somos los dueños del honor y la gloria humanas que nos proporcionan. Los inferiores adulan a los que tienen más que ellos, y los hacen convertirse a estos en inferiores también al creerse superiores. Si nos creemos superiores, fácilmente la soberbia se habrá hecho dueña de nuestras pasiones.

Si convertimos a la acumulación de bienes en nuestro fin, estos se convertirán para nosotros en ese ídolo desconocido que podemos llegar a adorar. Y la avaricia nos habrá ganado.

Si nuestros bienes se transforman en medios de satisfacer nuestras pasiones con facilidad, la gula y la lujuria dominaran nuestra conducta.

Si nos hacemos desordenadamente exigentes y pensamos que todo lo podemos con dinero, que nosotros somos superiores por tenerlo, cuando encontremos las dificultades, los obstáculos, y las personas se interpongan en nuestro camino, perderemos la objetividad, nos enojaremos sin razón, y la ira será nuestra ama.

Si la disponibilidad de bienes nos hace más indulgentes con el uso de nuestro tiempo, y nos generamos con facilidad la falsa necesidad de descanso y molicie, y la pereza nos habrá dominado.

Y estos siete pecados capitales se habrán constituido en formidables obstáculos que nos impedirán ser humildes, castos, pacientes, moderados en nuestros apetitos, generosos, caritativos y misericordiosos con los demás y activos y diligentes para cumplir con nuestros deberes. No nos dejaran practicar las virtudes necesarias en orden a nuestra salvación y la de quienes nos rodean, a quienes damos ejemplo.

Santiago conocía todo esto muy bien, y por eso nos describe con severidad las consecuencias del mal uso de las riquezas.

Leamos ahora otra vez el párrafo elegido con mucho detenimiento:

· “Y ustedes los ricos, lloren y laméntense, por las desgracias que les esperan.
· Su riqueza está corrompida y la polilla se ha comido sus vestidos; su oro y su plata están enmohecidos y este moho será una prueba contra ustedes y consumirá sus carnes como el fuego.
· ¿Para qué amontonar riquezas si estamos en los últimos días?
· El salario que ustedes han defraudado a los trabajadores que segaron sus campos está clamando, y los gritos de los cosechadoras han llegado hasta el oído del Señor todopoderoso.
· Han vivido en este mundo lujosamente y entregados al placer, engordando para el día de la matanza.
· Han condenado, han matado al inocente, y ya no les ofrece resistencia.”

Mateo (6:24) nos advierte el peligro: "Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas."

¿Equivalen estas admoniciones a la condenación total y definitiva de la riqueza?

Definitivamente sí, si las riquezas se constituyen en un obstáculo para nuestra salvación: “¡Necio!, esta noche te reclamarán la vida; y las cosas que preparaste, ¿para quién serán?” (Lc 12-20).

Y definitivamente no, si consideramos que participamos en la creación y administración de bienes a los que debemos dar un buen uso y si requerimos con nuestras oraciones la ayuda de Dios para no caer en los pecados a los que fácilmente nos puede llevar el mal uso de los bienes materiales. “Así, cuando las riquezas lleguen a faltarle, será recibido en las eternas moradas”. (Lc 16,9).

Cabe añadir, que no tiene importancia la cantidad de bienes de que dispongamos. Se dice que todo hombre es rico de lo que posee y pobre de lo que desea. Las palabras de Santiago se aplican también a quienes tienen poco. Y el Salmo 48 aclara que se dirige a “todas las naciones” a los “habitantes del orbe” sin distinción.
El mal uso de los bienes, aunque sean pocos, también es un obstáculo para nuestra salvación. "Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee". Lucas 12:15
Removido el obstáculo, y comprendida la advertencia en cuanto a los peligros que constantemente nos acechan al disponer de bienes materiales, nos queda ahora descubrir como adaptar nuestro discurso y nuestras obras a lo que Dios quiere de cada uno de nosotros en relación con el dinero y las riquezas, sin dejar de recordar las palabras de Juan Pablo II al comentar el Salmo 48: "el destino final del rico, por mucho dinero que esté dispuesto a ofrecer, será inexorable. Como todos los hombres y mujeres (...) se encaminará a la tumba (...) y tendrá que dejar en la tierra el oro que ha amado tanto, aquellos bienes materiales tan idolatrados".
Nos ayuda a reflexionar sobre nuestra vida de hombres de negocios el pensador católico Ramiro de Maeztu en un libro al que tituló "El sentido reverencial del dinero": "Mi ideal consistiría en multiplicar en los países de lengua española los capitanes de industria, los agricultores modelos, los grandes banqueros, los hombres de negocios. (...) Es mucho más difícil levantar un negocio creador de riqueza que distribuir nuestra fortuna entre los pobres e ingresar en un convento. Esto último no requiere sino abnegación, valor y caridad. Aquello exige el mismo valor, porque se arriesga la fortuna en el negocio; mayor abnegación, porque no se contenta con exigir nuestro sacrificio un momento, sino que pide el de toda una vida en el trabajo; y aunque la caridad parece que no necesita ser tan grande, en realidad es mucho mayor, porque los pobres a quienes se hace una caridad siguen siendo pobres después de recibirla, mientras que las gentes ocupadas en el negocio se ennoblecen en el trabajo, aparte de que encuentran en él su camino para mejorar su posición (...). En las raíces de la vida económica se encuentra siempre la moral." (Maeztu, El sentido reverencial del dinero, 1957).

Sabemos que muchos de los grandes santos primero dieron todo lo que tenían a los pobres y a partir de allí dedicaron toda su vida al servicio de Dios. Quienes están llamados a ocuparse de la producción de bienes materiales o de servicios, entienden a través del mensaje de las Sagradas Escrituras lo importante que es no dejarse dominar por la materia y no dejar de lado por un segundo la visión de trascendencia que nos transmite el Evangelio.

Así, están llamados a ocuparse de que lo material sirva a la obra de Dios en la tierra, y a constituirse en verdaderos lideres de la comunidad que den ejemplo de honestidad, de vida austera y simple, y que lleven a los demás hombres a Dios por la forma en que se vea que actúan.

Solamente así podríamos leer la Epístola de Santiago de un modo diferente: Y ustedes los ricos, rían y alégrense, por las gracias que les esperan. Su riqueza no está corrompida y la polilla no se ha comido sus vestidos; su oro y su plata no están enmohecidos y este moho no será una prueba contra ustedes y no consumirá sus carnes como el fuego. El salario que ustedes han dado a los trabajadores que segaron sus campos está clamando en vuestro favor, y los gritos agradecidos de los cosechadoras han llegado hasta el oído del Señor todopoderoso. Ni han condenado, ni matado al inocente que no les ofrecía resistencia. Porque no han vivido en este mundo lujosamente ni entregados al placer, ni engordando para el día de la matanza.
Hay una Epístola de San Pablo que parece dirigida a cada uno de nosotros con relación al uso de los bienes, y que resume y reafirma mucho de lo dicho. Quisiera terminar estas reflexiones con ella, que es como una oración, más que con mis imperfectas palabras porque me parece que transmite no solamente conceptos, sino un programa de vida: “Y ciertamente es un gran negocio la piedad, con tal de que se contente con lo que tiene. Porque nosotros no hemos traído nada al mundo y nada podemos llevarnos de él. Mientras tengamos comida y vestido, estemos contentos con eso. Los que quieren enriquecerse caen en la tentación, en el lazo y en muchas codicias insensatas y perniciosas que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el afán de dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos dolores. Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de estas cosas; corre al alcance de la justicia, de la piedad, de la fe, de la caridad, de la paciencia en el sufrimiento, de la dulzura. Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de la que hiciste aquella solemne profesión delante de muchos testigos. Te recomiendo en la presencia de Dios que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindió tan solemne testimonio, que conserves el mandato sin tacha ni culpa hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo, Manifestación que a su debido tiempo hará ostensible el Bienaventurado y único Soberano, el Rey de los reyes y el Señor de los señores, el único que posee Inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver. A él el honor y el poder por siempre. Amén. A los ricos de este mundo recomiéndales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas sino en Dios, que nos provee espléndidamente de todo para que lo disfrutemos;que practiquen el bien, que se enriquezcan de buenas obras, que den con generosidad y con liberalidad; de esta forma irán atesorando para el futuro un excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera.” (Epístola de San Pablo 1ª de Timoteo 6:10)

Algunas preguntas para reflexionar sobre nuestra relación con el dinero

¿Cómo dispongo del dinero y del poder del que dispongo?
¿Participo de algún modo en la ayuda a quienes están empobrecidos y no pueden salir de su pobreza?
¿Aprecio el valor de los bienes de que dispongo?
¿Me dejo dominar por el orgullo o la soberbia por razón de mi situación económica o de poder?
¿Tengo una vida simple, sencilla, austera?
¿Busco la sabiduría para saber el destino que Dios quiere de mi vida y de mis bienes?
¿Cuál es mi verdadero tesoro a juzgar por las horas y el esfuerzo que dedico en conseguirlo?
¿Es mi vida un caminar perseverante hacia Dios? ¿Qué significa la Salvación de acuerdo al tiempo que le dedico?
¿Tengo verdadera conciencia de los peligros de las riquezas y el dinero mal utilizado?
¿Sacrifico algún principio para obtener riquezas o ganancias? ¿Participo o tengo intereses en empresas cuyas actividades estén reñidas con la moral?
¿Comprendo y soy conciente de las necesidades y sufrimientos por los que pasan tantos hombres y mujeres, tal vez incluso cerca mío ya o tengo el corazón endurecido? ¿Hago algo que este a mi alcance para ayudar a los demás?

¿Soy sensible a la adulación por mi posición? ¿Me cuesta ser contrariado en razón de quien soy o por lo que tengo? ¿Me duele la crítica o que alguien no me de la importancia que creo que tengo?¿Me hace la independencia económica olvidar que dependo de Dios, que soy administrador de los bienes que El ha permitido que tuviera, y que tendré que rendir cuentas por su utilización al final de mi vida terrena?

¿Estoy propenso a la pereza en razón de tener mis necesidades satisfechas? ¿Valoro a la gente por lo que tiene o por sus virtudes? ¿Qué necesita la gente que depende de mí, directa e indirectamente? ¿Qué puedo hacer por ellos?
¿Me sirvo de los bienes con un corazón libre y desprendido o soy esclavo de lo que tengo y me cuesta dejarlo?

Propósitos

De toda reflexión hecha con profundidad y sinceridad surgen normalmente propósitos con relación a acciones a dejar de realizar, y nuevas acciones a realizar.

Es oportuno anotarlas, porque eso nos ayuda a fijar los conceptos, y nos reafirma en nuestras intenciones.

Tratemos de sacar de esta meditación por lo menos dos propósitos:

1) cosas que tengo que dejar de hacer con el dinero o los bienes, porque me alejan de lo que Dios quiere para mí
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2) que nueva buena acción puedo y debo poner en practica con mis bienes
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